DANI CORDERO
BARCELONA.-
Primero fue la crisis energética. Luego la competencia de los países del norte de Africa. Más recientemente la caída de los aranceles y la irrupción de productos asiáticos. En total, el sector del textil ha destruido en poco menos de tres décadas 142.000 puestos de trabajo. De representar una cuarta parte de la ocupación industrial en 1978, ahora ya sólo aglutina un 10,7%, el equivalente a 85.000 personas.
Y a los cierres de empresas y a los recortes de plantillas se añade el problema que la productividad, y con ella la competitividad, no ha crecido desde 2000, según un estudio de Caixa Catalunya.
La crisis del sector sólo tuvo una ligera pausa durante la segunda mitad de los años noventa, cuando se llegó a generar un saldo positivo de creación de empleo de entorno a 7.000 puestos de trabajo. Desde entonces, coincidiendo con la irrupción de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 y la despenalización de los productos asiáticos en 2005, el textil perdió 28.000 puestos de trabajo.
El servicio de estudios de Caixa Catalunya considera que «la productividad aparente del trabajo no ha mejorado de manera apreciable en estos últimos años», si bien destaca que sí se produjo una mejora en el periodo comprendido entre 1995 y 2000, que fue, incluso, superior al del conjunto de la industria. Después, y pese a la destrucción masiva de empleo -que acostumbra a conllevar una mejora de la productividad-, «el hundimiento del valor añadido» representó una caída de la productividad a un ritmo del 4%.
La competencia exterior, la caída de la productividad y el fortalecimiento del euro frente a otras monedas de cambio en el comercio internacional acabaron pasando factura al sector textil catalán, con consecuencias sobre las exportaciones, que, superadas por las importaciones, han participado activamente en un incremento del déficit comercial catalán y, a la vez, español.
Entre 2000 y 2005 las compras al extranjero crecieron un 24%, mientras que las exportaciones lo hicieron a un ritmo del 1,4%, un porcentaje que, descontada la inflación, es en realidad negativo.Esas diferencias, según las previsiones, se amplifican con la evolución de 2006, situando la tasa de cobertura en «un muy bajo 50,8%».
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