El encuentro con la prensa catalana -desplazada a la Gran Manzana para la inauguración en el Metropolitan de la exposición Barcelona & Modernity- y fue breve, cierto, pero también suculento. Dio de sí lo suficiente como para saber que Allen quiere «mostrar Barcelona de la misma manera que muestro Manhattan, es decir, a través de mis ojos y con mucho cariño», expresó el realizador, que ya tiene en fase de montaje la película Cassandra's dream.

Aseguró Allen -un poco más sordo cada día que pasa- que la historia que rodará en la capital catalana -que empezará con la llegada a la metrópolis de los dos protagonistas- le permitirá «mostrar la ciudad de una manera romántica, pero de manera natural y sin forzarlo».

En una jugada inteligente, Woody Allen ha fichado a Javier Aguirresarobe como director de fotografía, una baza segura para conseguir sus propósitos. Allen demostró la tarde del pasado lunes (madrugada del martes en Barcelona) serias dificultades para pronunciar 'Aguirresarobe' -incluso bromeó con ello-, pero aseguró que no tendrán problemas de comunicación. «Yo no hablo español, pero no pasa nada. He trabajado con italianos y con chinos y eso en el cine no importa, porque todo se entiende rápido y enseguida».

En una sala forrada de terciopelo ocre, las ventanas cerradas y las luces a media intensidad, el director de Manhattan respondió pacientemente a las preguntas de los periodistas, alejando durante un rato los extendidos tópicos sobre sus neurosis y excentricidades.Así, respuesta a respuesta, Allen dejó caer su deseo de que Scarlett Johanson, su musa actual, pueda participar en la película. «Espero que Scarlett y Rebecca Hall, una joven actriz, puedan estar con nosotros, pero justamente ahora he empezado el casting con los actores americanos. Primero quería encontrar a los intérpretes españoles». Y esos intérpretes son Penélope Cruz y Javier Bardem, a los que dedicó todos los elogios: «Son perfectos para el guión, que ya tengo escrito y acabado, y soy muy afortunado de que estén disponibles para mi película».

Los piropos para Pe no acabaron ahí: «Nunca me han interesado las nominaciones a los Oscar, así que el hecho de que ella estuviera nominada no ha tenido nada que ver con mi elección. Pe es una actriz maravillosa, el resto no importa nada, ya sabéis que el de los Oscar no es mi mundo».

Lo que sí entra en su mundo es la ciudad de Barcelona, en la que siempre se ha sentido muy bien acogido. En la capital catalana rodará, según sus palabras, «una película romántica, pero seria.No tendrá asesinatos ni sangre, no será como Match point». Y hasta ahí pudo, o quiso, leer. Los secretos sobre la historia y el argumento continúan bien guardados.

Sí explicó, en cambio, cómo va a escoger los escenarios. «El director artístico encontrará lugares de los que me enviará fotos y vídeos y cuando llegue a Barcelona en junio, un mes antes de que empiece el rodaje, iré a ver los que me gustan». Tiene claro, en cualquier caso, «que la mayor parte de la película se rodará en Barcelona, aunque puede haber escenarios situados a unos 10 o 15 minutos de la capital. Y durante una semana trabajaremos en Oviedo», ciudad de la que guarda un grato recuerdo y de la que recibió el Príncipe de Asturias.

El encuentro de Woody Allen con la prensa catalana llegó por sorpresa, no estaba previsto. El director se había reunido momentos antes, a puerta cerrada, con Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, y, contra todo pronóstico -la fama a veces se demuestra falsa-, no se opuso a un breve interrogatorio de los periodistas, que aguardaban la salida del alcalde a las puertas del edificio del despacho de Allen, en Park Avenue, soportando una nevada con fuertes rachas de viento.

Tras el alcalde

Hereu, que aprovecha su viaje a Nueva York para asistir a la inauguración de la exposición del Metropolitan para reunirse con autoridades de la ciudad, aseguró que a Woody Allen lo que le gusta de Barcelona no es una cosa concreta, sino «su gente, sus espacios públicos, su nivel cultural, su aire y su ambiente.No me podía imaginar mejor elogio para la ciudad que ese».

«Barcelona quiere a Woody y hoy he comprobado que él quiere a Barcelona», afirmó el alcalde. Mucho tiene que querer Allen a la ciudad para tratarla con el mismo amor con el que ha mimado Manhattan en todas sus películas. Y el alcalde, claro, se mostró encantado: «La mejor promoción para la ciudad es que una buena película la tenga como escenario y si a Woody Allen le gusta Barcelona, sacará lo mejor de ella».