Allá donde los seres humanos van cuando mueren, un agente del orden atendía a un tipo larguirucho y mostacheado que se mostraba triste con un jarro lleno de agua en la mano.
- ¿Qué le pasa a usted?
- Pues verá, busco a alguien con un vaso en la mano para poder hacer reír a unos amigos de aquí arriba.
- Un tipo con un vaso en la mano no será difícil de encontrar.
- Sí he encontrado varios. Pero no sabían ponerlo boca abajo para que yo le echara agua de mi jarra y se derramara por el suelo y la gente riera.
- La gente se ríe de cosas muy raras. Eso parece surrealismo.
- Eso decían los críticos.
- ¿Y qué puedo hacer por usted?
- Yo tenía un amigo en la Tierra que hacía muy bien lo del vaso.
- Podríamos hacer que subiera con su vaso.
- Hombre, no. Es mejor que suba cuando le toque. Aunque no sé si le admitirán, porque era de izquierdas.
- Por aquí los hay de todo tipo. ¿No le han admitido a usted que es de derechas? Si le veo, puedo decirle que le está buscando. ¿Su nombre?
- Luis Sánchez Polack, Tip.
El larguirucho y bigotudo siguió su camino triste, mientras el agente del orden murmuraba:
- La verdad es que aquí hay una cantidad de tipos raros...
Desde esta mañana, Tip estará tan contento echando agua en el vaso que Coll habrá colocado boca abajo para que el líquido se derrame.
Coll era lo menos parecido a la idea que la gente tiene de un humorista. Era muy serio. Tip, o mi hermano Antonio, dos genios del humor inverosímil, estaban siempre derramando ideas absurdas; Coll raramente se expresaba así.
Él, sobre todo, escribía. Aunque nunca ni Tip ni él desvelaron al autor de las ideas de sus diálogos, la opinión general era que Coll lanzaba la locura y luego, entre los dos, la retorcían en los ensayos, aunque existen dudas de que ensayaran.
Tuve la suerte de contar en ocho o nueve ocasiones con José Luis en otras tantas películas y era un profesional modelo: estudiaba sus diálogos y los decía, aunque, como todos los cómicos ingeniosos, inventaba frases nuevas que, como todos los cómicos ingeniosos, antes de pronunciarlas ante las cámaras me las consultaba por si eran oportunas.
Se nos están marchando. Quedan pocos y no tenemos sustitutos. ¿Quién relevará a Gila, a Tip, a Coll? Hay que cuidar a los que quedan.
Mi dolor por la pérdida de un amigo y un inteligente profesional. Ahora debería decir: «Que en paz descanse». Pero yo no quiero que descanse. Quiero que siga escribiendo porque tengo la esperanza de que cuando me toque a mí estar a su lado pueda divertirme con esos trabajos que son de riguroso estreno y sólo los podremos disfrutar los que estemos allí.