Tenía una curiosa inclinación lanar, detectable en definiciones como: «Abalar: crédito que conceden las ovejas a las personas», o en: «Balacio: edificio suntuoso donde se reúnen las ovejas para hablar de sus cosas».
Luego estaba su afición a la toponimia de fantasía. Un ejemplo: «Ovetense: varón de huevos tensos». Más: «Galopar: pareja de franceses». O: «Zueco: andaluz nacido en Suecia».
No estudió medicina, pero no desperdiciaba ocasión para ilustrarnos sobre anatomía. «Abdominable: digno de ser odiado por la forma de su vientre». O bien: «Calverio: sucesión de pesadumbres por la falta de pelo».
Y él, que visitó tanto la Bodeguilla de Felipe González y contó entre sus amigos al mismísimo Rey, sabía bien qué oscuras ambiciones latían bajo el apellido «Bahamonde: nombre de famoso corredor ciclista con pretensiones de Jefe de Estado».
Así, y tocado por un bombín british pero importado de Cuenca, se las gastaba en 1975 José Luis Coll, quien lo mismo enseñaba a llenar un vaso de agua a España (con Tip traduciendo al francés), que demolía con su Diccionario la semántica, la gramática y hasta la halterofilia.
Eran momentos predemocráticos, y Coll no temía mojarse en polémicas: «Abortaje: acción de parir antes de tiempo en las mujeres piratas». La familia estaba en proceso de cambio, y por eso él se declaraba partidario de la «Monogambia: convenio amistoso que prohíbe tomar más de una gamba cuando, por cortesía, nos ofrecen el plato con una ración».
Fue hasta precursor, 30 años antes, del choque de civilizaciones: «Abdulador: cualquier político europeo, al tratar con los árabes el tema del petróleo después de la Reconquista».
En general, fue partidario de todo choque verbal pirado: «Balonincesto: deporte que consiste en meter las pelotas por un aro entre parientes próximos». De alguna manera, Coll fue uno de los eslabones entre Gómez de la Serna y sus greguerías y el humor absurdo actual, quizás con Faemino y Cansado como grandes herederos.
Aunque también tuvo tiempo para la melancolía: «Tremendo contraste entre el crepitar del fuego en su comienzo y la paz de la ceniza», dejó dicho por ejemplo. Igual que para la metafísica política: «No es justo que nos quejemos de los políticos cuando ellos jamás se quejan de nosotros».
Pero es día más indicado para la sonrisa. Para descubrir que bacilar es «no saber con qué bacilo quedarse». Que carrestía es «ausencia o falta de carros», y que conviene consultar «la voz Manolo Escobar».
Que un latón es un «roedor chino de zinc», o que bromear es, más que estar de cachondeo, «mear en broma». Así, Baltasor fue un «rey mago que acabó metiéndose a monja», y un 'pateo' es alguien «que niega la existencia de Dios con los pies».
El Tony 2, un singular bar del corazón de Madrid, fue el refugio del Coll de los últimos años. A buen seguro que ayer se consumieron allí buena cantidad de vasos de agua en honor de su famoso número, como probablemente a él le hubiera gustado que se le cerebrara. ¿Cerebrar? «Festejar las ideas del intelecto».