Mucho se debe de jugar el productor Andrés Vicente Gómez con la película Teresa, el cuerpo de Cristo, cuando advierte a la jerarquía católica de que un hipotético fracaso de taquilla será culpa suya (de la jerarquía, y no del productor). En concreto, Gómez dijo ayer durante la presentación en Madrid del largometraje dirigido por Ray Loriga: «Si la película no recauda los millones que espero, lo pondré en el haber de la Conferencia Episcopal».
Casi un mes después de la primera reacción de la jerarquía católica a la película sobre Teresa de Avila protagonizada por Paz Vega, y a tres días de su estreno, llegó la respuesta de productor y director.
El pasado día 8 de febrero, Juan Orellana, director del departamento de Cine de la Conferencia Episcopal, arremetía contra la película «por rozar el límite de lo aceptable cuando recalca el contacto físico entre Cristo y la Santa» y por ofrecer «una versión exclusivamente materialista de la experiencia mística».
Ayer, cuando este diario preguntó a Andrés Vicente Gómez si este tipo de irrupciones de la jerarquía eclesiástica sobre la conveniencia o no de ciertas películas y las controversias de turno pueden resultar beneficiosas en concepto de publicidad gratuita, contestó airado: «No, son polémicas falsas que ahuyentan al público creyente porque se le hace creer que en la película se blasfema y se incluyen escenas escabrosas. Pero es que, por otro lado, la Conferencia ha dicho que la película no es lo suficientemente fuerte. Éste es uno de los actos más viles que he presenciado. Hasta ahora, la Iglesia católica atacaba en una dirección. Pues ahora ataca en dos direcciones».
No es la primera andanada que el productor de Teresa, el cuerpo de Cristo y de películas como Belle Epoque, La niña de tus ojos o Torrente, el brazo tonto de la ley lanza contra Orellana y la Conferencia Episcopal. Cuando ésta hizo público su malestar hacia la película de Ray Loriga, Andrés Vicente Gómez soltó la monada de que «soy agnóstico, pero viendo esto, no me extraña que en otros tiempos la gente quemara templos».
La polémica
La verdad es que una gran parte del acto de presentación de la película estuvo relacionado con esta guerra de guerrillas entre cineastas y responsables eclesiásticos. Un poco porque los periodistas preguntaron varias veces sobre el tema y un poco porque ni Andrés Vicente Gómez ni Ray Loriga tuvieron el más mínimo problema en hablar de la «falsa polémica», la polémica ocupó lo suyo.
El propio director y guionista de Teresa, el cuerpo de Cristo se sumó a las palabras de su productor y dijo: «Vivimos malos tiempos para la lírica... y para los temas religiosos, porque estamos confundiendo el respeto con el miedo; que los dioses nos vuelvan a atemorizar, a mí me parece preocupante. Y resulta que, para la Iglesia, que un productor reúna el suficiente talento y dinero para hacer un homenaje a un personaje como Santa Teresa es peor visto que cualquier película de zombis comiéndose cabezas».
Loriga y su equipo rodaron en Portugal, y no en Avila, las partes de la película que se desarrollan en el interior del convento de La Encarnación, desde donde Teresa despegó en su viaje hacia Cristo. «Bueno, por un lado, el convento de La Encarnación está lleno, y además ha sido modificado 10 o 12 veces», explicó Loriga, «así que era bastante difícil rodar allí, y además nos ofrecieron uno maravilloso en la localidad portuguesa de Tomar, que reunía todas las condiciones. Pero es cierto que, en España, rodar en iglesias y catedrales es muy complicado. La Iglesia ejerce su derecho de admisión y no es muy flexible. Para el cine español sería una riqueza enorme poder rodar en esos lugares, sin censura como la que hay hoy». Cáceres, Trujillo, Segovia y los estudios de Ciudad de la Luz, en Alicante, además de la propia Avila, fueron otras localizaciones del rodaje.
El director, que dijo haberse movido siempre «en el terreno de la metáfora», rechazó las críticas eclesiales sobre el supuesto exceso de carnalidad en su retrato de la Santa. «Que alguien venga y me diga que no hubo carnalidad en la relación entre Teresa y Jesús, que me digan que ese territorio, que bebe de la poesía amorosa, me lo he inventado yo. Me gustaría saber cuántos creyentes españoles se han leído Las Moradas. Porque yo sí me las he leído».
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