VALENCIA 0
INTER 0
MESTALLA. LLENO.
Cañizares
Miguel
Albiol
Ayala
Moretti
Angulo
Marchena
Baraja
Silva
Villa
Morientes
Cambios: Hugo Viana por Baraja (min. 37)
Vicente por Morientes (min. 66)
Joaquín por Angulo (min. 76)
Julio César
Maicon
Córdoba
Materazzi
Maxwell
Burdisso
Dacourt
Zanetti
Stankovic
Ibrahimovic
Crespo
Cambios: Julio Cruz por Crespo (min. 57)
Figo por Dacourt (min. 64)
Grosso po Maxwell (min. 74)
Arbitro: Wolfgang Stark (ALE)
Tarjetas amarillas: Ibrahimovic, Cañizares, Angulo, Materazzi, Córdoba y Maicon.
VALENCIA.- La clasificación del Valencia para los cuartos de final de la Liga de Campeones se vio empañada por la lamentable batalla campal que se formó en el círculo central a la conclusión del partido y que se extendió hasta el túnel de vestuarios de Mestalla. El Valencia había certificado su pase a la siguiente ronda tras el empate a cero de ayer y el 2-2 de la ida, pero en cuanto el colegiado Wolfgang Stark decretó el final del choque... se montó la de San Quintín. La imagen de Burdisso con claras intenciones de agredir a Marchena desató la batalla. Igual de lamentable que la actitud de David Navarro, que salió corriendo del banquillo para meterse en la bronca y soltar un puñetazo a Burdisso. Nada justifica este tipo de acciones deleznables, pero quizá el técnico del Inter, Mancini, podía haber evitado el caldo de cultivo con sus bravuconadas y su prepotencia, diciendo que en Mestalla ganarían y que siempre habría «una primera vez», en alusión a la imbatibilidad del Valencia en la Champions en su feudo.
En efecto, hubo una primera vez. La primera vez que los valencianistas apean al Inter tras los fatídicos cruces de los últimos tiempos. El conjunto español saldó la deudas con los italianos, consigo mismo y con la afición. Ambas formaciones lidiaron un intenso y trepidante duelo. Similar al titánico pulso que ofrecieron en el Giuseppe Meazza hacía dos semanas. Había una palpable diferencia con aquel duelo. El Inter estaba obligado a marcar tras el 2-2 de la ida. No vino a la desesperada Mancini, que se armó de toda la paciencia del mundo para tratar de buscarle las cosquillas al Valencia, confiando en que Ibrahimovic y Crespo, sus dos temibles puntas, pudieran aprovechar un descuido de la defensa española.
A ellos se encomendó el Inter a base de mandar balones y más balones en largo o en jugadas a balón parado. Centros a la olla para que Moretti, Ayala y Albiol despejaran todo por muchas moles que tuvieran delante. Y eso que el Valencia podía especular con el resultado, pero suponía un auténtico suicidio teniendo en cuenta las potentes armas de los milanistas. Así que tras 10 minutos de peligrosas apariciones de Ibrahimovic, frenado en seco por Ayala y Albiol, el Valencia tomó el mando del partido. Parecía que era él quien tenía que darle la vuelta a la eliminatoria. Baraja tomó la manija y empezó a distribuir. El Inter se encerró y vivió 20 minutos de intenso acoso. Sucedía que ni Villa ni Morientes tuvieron margen de maniobra.
Baraja, que terminaría rompiéndose a la media hora, disfrutó del primer tiro entre los tres palos. Julio César desvió en una buena intervención. El Inter vivía momentos de agobio, pero lo solventaba con el mismo oficio del rival y algo más. Materazzi intimidó como siempre. Es decir, con sus codos y los 1,98 de envergadura. Córdoba fue mucho más limpio y no le concedió ni un metro a Villa. En la única ocasión que el asturiano dribló a su par, se olvidó de Angulo, en mejor posición, para amenazar a Julio César.
La ocasión más clara del Inter en todo el partido la tuvo Crespo, pero Albiol evitó lo que parecía un gol cantado. En la reanudación el Valencia mantuvo el tono y, sobre todo, la actitud. Quien cambió, porque no le valía otra, fue el Inter, que quemó las naves en busca del gol que le diera vida. Lo tuvo Julio Cruz, pero Marchena sacó en la misma raya de gol. El sevillano, además, tuvo la réplica en el último suspiro, pero el balón se marchó junto al poste derecho. Mestalla asistió luego al triste espectáculo de los agarrones y los puñetazos, pero por encima de todo, había que celebrar un triunfo histórico. Muchos años llevaban esperando para cobrarse la ansiada vendetta.