Miércoles, 7 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6289.
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Primeros traspiés de la policía
VICTORIA PREGO

Ahí estaba la novedad más llamativa del día: el tribunal autoriza que los peritos examinen la composición de uno de los cartuchos de dinamita Titadyn que los etarras de la caravana de la muerte traían a Madrid aquel funesto día 29 de febrero de 2004, en el que coincidió con aquella otra, la caravana de la masacre, que venía de Asturias con parecida carga, el mismo destino e idéntico propósito criminal. Se trata sólo de un cotejo en los análisis, pero el morbo de la noticia estuvo, así, de entrada, en que ésa -Titadyn- se ha convertido en una palabra vitanda entre quienes alimentan la teoría de la teoría de la conspiración, y oírla pronunciar en voz alta en los pasillos y en la sala tenía el atractivo que supone siempre el romper las reglas de la buena compostura. Las razones para ese examen son técnicas, pero el morbo resultó inevitable.

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Pero entre los pliegues de esa noticia se escondieron también unas cuantas novedades que salpicaron ayer las declaraciones de los responsables policiales que comparecían como testigos. Y la más llamativa, por las consecuencias que pueda tener, afectaba a uno de los procesados, el argelino Nasredine Bousbaa, de 46 años, que está acusado de proporcionar documentación falsa a varios de los terroristas del 11-M. Le afecta tanto que, tras lo escuchado ayer, este señor podría llegar a ver muy mejorada su situación penal.

La verdad es que ya había sucedido el día anterior, pero la cosa había pasado como de perfil y sin que nadie tocara a continuación la campana de la alarma. En su declaración del lunes, uno de los responsables de la policía había dicho algo tan aparentemente inocuo como que cuando este Bousbaa fue detenido, no existían sospechas de que estuviera relacionado con los terroristas. Ayer martes se volvía a escuchar, por segunda vez, la misma versión. Preguntaba su abogado defensor, claro. Pero hete aquí que llegó el presidente y «mandó a parar», como dice la canción de Silvio Rodríguez, sin que la comparación pueda ir más lejos. El caso es que Gómez Bermúdez retomó la pregunta, pidió precisiones al policía declarante y resultó que no, que el argelino había sido detenido en julio de 2004 y que, para entonces, ya tenían sobradas sospechas e información sobre sus presuntas relaciones con al menos tres de los que se habían suicidado en Leganés tres meses atrás.

¿Importa eso? Importa, porque el ahora acusado fue llamado a comisaría a declarar como testigo. Acudió, por lo tanto, sin abogado, y acudió voluntariamente. Pero sucedió que en mitad de su declaración se le dice que, huy, que ya empiezan a resultar sospechosas sus respuestas y que a partir de ese instante el testigo queda detenido y es imputado. Este proceder policial podría convertir en nula la declaración del procesado. Fueron dos errores seguidos, dos los policías que dieron el mismo traspié en dos declaraciones distintas. Pero tal error quedó enmendado cuando el presidente forzó la aclaración. Ya veremos qué pasa, pero hay que consignar que el abogado de Bousbaa no acudió a la sesión de la tarde. Igual estaba en su casa celebrándolo.

No fue éste el único punto oscuro de las declaraciones policiales. Por ahí anda vagando la sombra de un supuesto policía marroquí que, con un pasamontañas en la cabeza, amenazó a dos de los procesados -en libertad bajo fianza- con enviarles a Marruecos a ellos y a su madre si no implicaban con sus declaraciones a su tío Yousef Belhadj, uno de los presuntos autores intelectuales de la matanza. La cosa es que los policías que han declarado niegan rotundamente la existencia del hombre del pasamontañas. Pero, según sus defensores, hay más testigos que vieron al personaje.

Y más cosas. Por ejemplo, el tiroteo que se produjo en Leganés desde el interior de la vivienda de los suicidas contra las fuerzas policiales que rodeaban la casa antes de la explosión. Los abogados preguntaron con insistencia sobre este asunto. Los policías que declararon ayer no estuvieron en condiciones de acreditar el episodio. «Yo no tengo nada claro lo que pasó allí» dijo uno de ellos, «me dieron distintas versiones. Desconozco lo que pasó de verdad, yo llegué después».

Habrá que esperar hasta oír los testimonios de quienes estuvieron allí desde el primer minuto, pero de lo escuchado ayer se refuerzan las dos impresiones formuladas días atrás: la de que, con este orden de testimonios, se ha empezado la casa por el tejado, y la de que todavía quedan muchas dudas por despejar.

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