CARLOS ALVARO ROLDAN. Corresponsal
BERLIN.-
El soldado enfermero Agustín Aguayo ya sirvió en Irak durante 2004. Y cuando, en septiembre de 2006, ordenaron a su unidad -la Primera División de Infantería- trasladarse de nuevo al país árabe, no se lo pensó dos veces y saltó por una ventana de la base militar de EEUU en Schweinfurt (Alemania). Se consideraba un objetor de conciencia que no quería portar armas. Para el Ejército, en cambio, es un desertor.
Aguayo fue condenado ayer por el tribunal militar de Würzburg a ocho meses de encarcelamiento en la prisión militar en territorio germano de Mannheim, donde ya ha pasado los últimos 161 días. Según la denuncia de varias ONG, su caso supondría una flagrante violación de una resolución de la comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Un tribunal militar estadounidense rechazó una petición de Aguayo para ser reconocido como objetor de conciencia, lo que en sí supone, para Washington, que los uniformados son competentes para decidir sobre este tipo de solicitudes. Sin embargo, Naciones Unidas, en su resolución, establece que esa competencia sólo puede tenerla una entidad imparcial e independiente.
Aguayo, padre de dos hijos y con doble nacionalidad, mexicana y estadounidense, que llegó al país del norte con sus progenitores cuando tenía tan sólo tres años, podría haber sido condenado hasta a siete años de cárcel, pese a que en todo momento negó que quisiera desertar. En su pena de ocho meses se incluye la pérdida de su futura pensión, su degradación al nivel básico de la escala castrense y un expediente por mala conducta en su historial militar.
«Soy un objetor a la guerra», aseguraba ayer con lágrimas en los ojos Aguayo. «Cuando oigo a los soldados que quieren matar a alguien o cortar el cuello de las personas, no puedo soportarlo», añadía. «He intentado hacerlo todo correctamente, obedecer todas las órdenes, pero no puedo continuar, no puedo llevar armas», añadió este enfermero de 35 años. Aguayo fue dado por desaparecido durante varias semanas tras su huida, tiempo en el que logró regresar a Estados Unidos. Finalmente se entregó a las autoridades en California.
Curiosamente, durante el juicio uno de sus superiores señaló que el enfermero condenado «siempre había realizado un buen trabajo», a pesar de negarse a portar un arma. Según la asociación Veteranos de Irak contra la Guerra, Aguayo llegó a descargar su arma durante su servicio «porque su conciencia le prohíbe matar».
El proceso contra Aguayo ha provocado incluso la intervención del Gobierno mexicano, que condenó oficialmente el proceso el pasado 21 de febrero. El caso del enfermero se produce después del juicio -declarado nulo- contra el teniente Ehren Watada, que también se negó a servir en Irak. Según el Departamento de Defensa, en 2005 se produjeron en el Ejército de Estados Unidos un total de 4.494 casos de deserciones.
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