ARITZ PARRA. Especial para EL MUNDO
SHANGHAI.-
El ministro de Exteriores chino, Li Zhaoxing, instó ayer a Japón a enfrentarse a sus deudas históricas y afrontar su responsabilidad por el uso de esclavas sexuales en prostíbulos militares durante la Segunda Guerra Mundial. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha señalado recientemente que su país no se volverá a disculpar por el asunto de las mujeres del consuelo -ya lo hizo parcialmente en 1993- y que no existen evidencias de que éstas fuesen «coaccionadas» a prostituirse por el Ejército Imperial.
Las palabras de Abe han suscitado protestas en Corea del Sur, de donde procedían la mayor parte de las 200.000 mujeres del consuelo, y en China, país con el que Japón mantiene unas delicadas relaciones diplomáticas. En abril, el primer ministro Wen Jiabao será el primer líder chino en siete años que ponga un pie en suelo japonés, en un intento de afrontar otro de los obstáculos para mejorar las relaciones: el reparto bilateral de las reservas de gas en el mar de China Oriental, que ambos países se disputan.
La rueda de prensa del ministro de Exteriores chino en Pekín, en el marco de la reunión anual del Parlamento, demostró cómo China quiere exportar al mundo el concepto de «sociedad armónica», que los líderes comunistas predican de puertas para adentro. La construcción del mundo armónico que persigue la diplomacia china se basa en «el respeto mutuo y la no interferencia en los asuntos internos de los países», subrayó Li Zhaoxing, que puso como ejemplo el papel de China como mediador en el diálogo a seis bandas para solucionar la nuclearización de Corea del Norte.
El ministro negó que su país esté llevando a cabo un nuevo colonialismo en Africa y añadió que la ayuda de China a otros países «está libre de cualquier presión política y sólo está destinada a resolver problemas específicos».
Ayer, los casi 3.000 legisladores de la Asamblea Nacional Popular, un órgano con escaso poder de decisión en la práctica, debatían agrupados por delegaciones el informe anual de trabajo presentado por Wen Jiabao el lunes. En su comparecencia, el primer ministro prometió de nuevo construir un «nuevo campo socialista» para lo cual anunció un aumento de un 15% en los recursos destinados a la agricultura, entre otras medidas.
El Gobierno es consciente de que la mayor amenaza a la estabilidad del país y del poder del Partido Comunista está entre los 800 millones de campesinos que todavía esperan los beneficios del desarrollo económico. Pero el giro social que ha adoptado el gobierno de Hu Jintao todavía no está beneficiando a quienes más lo necesitan. «En algunos lugares, la construcción del nuevo campo ha sido interpretada en una sola dirección como nueva construcción en el campo», señaló Lin Yifu, un economista de la Universidad de Pekín que expresaba ayer su opinión en la televisión estatal. Lin, miembro del Consejo Político Consultivo, se refería a la práctica de los gobiernos locales de demoler las casas viejas para dar paso a nuevas edificaciones, lo que está provocando el ahogo financiero de muchos campesinos.
La propuesta del Gobierno prevé, además de mejoras en educación y sanidad, una subvención a quienes no tengan trabajo, tierra ni seguridad social, es decir, el sector más miserable de la sociedad. Se calcula que 21 millones sobreviven en condiciones de extrema pobreza, que en China significa ganar menos de 68 euros al año. Dado que el umbral de la pobreza -no extrema- está fijado en los 95 euros anuales, un ex funcionario del Gobierno resumía ayer de esta forma su cálculo: «Si cada pobre extremo recibe 300 yuanes [30 euros] del Gobierno, sólo necesitamos 6.000 millones de yuanes [600 millones de euros] para resolver el problema de la gente en extrema pobreza».
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