Jueves, 8 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6290.
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Prestigio y cultura catalana
XAVIER MARCÉ

Patricia Gabancho acaba de publicar un libro El preu de ser catalans, que trata oportunamente el conflicto sempiterno de la cultura catalana. Se trata de un debate permanente entre aquellos que juzgan la ven ahogada dentro de un proceso inevitable de globalización cultural y aquellos que la consideran víctima del absentismo o incluso del fracaso de las políticas culturales de la Generalitat.

Patricia Gabancho disecciona las interioridades de nuestra cultura, establece los contextos políticos necesarios y propone ciertas ideas regeneracionistas que a la postre acaban repitiendo el manual de uso de cualquier político actual. No es de extrañar, porque al fin y al cabo, su propuesta no puede aportar ninguna solución nueva al problema.

La cultura catalana tiene poca densidad, le falta mercado y carece de prestigio. Cierto, como la danesa o la finlandesa. Las aportaciones culturales de estos países al mundo no son mayores que las catalanas y muchas de ellas se han realizado fuera de su contexto territorial.

Le preguntaba el otro día a uno de los principales teóricos del independentismo cultural (no confundir con nacionalismo) sobre su nivel de conocimiento de la cultura danesa o finlandesa y era más bien escaso.

La densidad cultural tiene que ver con la demografía creativa, es decir habitantes e inversión cultural por cada uno de ellos.Si restamos los recursos públicos destinados a programas de difusión cultural, las políticas culturales tienen un impacto anecdótico sobre la ciudadanía. La densidad cultural es un concepto aparentemente dialéctico pero en realidad es una idea técnica que nos remite al mundo de la educación y al desarrollo de la cultura de base.

El escaso mercado catalán se resiente de la falta de densidad de nuestra cultura. Una enorme cantidad de artistas, la mayor parte de ellos detrás del éxito mediático y a la espera de un contrato televisivo que les garantice la supervivencia. Si el artista de verdad vive en un estado permanente de exilio mental, la política cultural europea y catalana se encarga de integrarlo en la larga lista de los intelectuales orgánicos que proliferan por doquier.

Y el menguado prestigio de nuestra cultura tiene que ver con una antigua cantinela que nos hace mejores por el hecho de ser pequeños y vivir apretados entre grandes culturas dominantes.A la cultura catalana le hace falta naturalidad, dejar de mirarse el ombligo mientras se ahoga en sus propias penas, porqué está sobrada de talento y faltada de inteligencia comercial.

Con baja densidad cultural, con un mercado estereotipado y con una cultura de excelencia sobrevalorada, el prestigio se le supone.Lean el libro de Gabancho, porque es excelente, aunque en este apartado patricia sufre de mal de amores.

Mientras el intelectual catalán se desvive en una estéril competición con la rancia e imperial España, Cataluña pierde la única oportunidad posible para su futuro cultural, convertirse en una factoría creativa y productiva para ese mismo mundo global que nos esconde y maltrata.

No hay otro juego real, ese o aceptar que el poeta catalán será muy bueno pero venderá poco, lo que en realidad tampoco lo aleja mucho del poeta inglés, castellano o francés.

No me aterrorizan las industrias culturales y tampoco internet, al contrario son la respuesta necesaria a las posibilidades de nuestra capacidad creativa. Probablemente el sueño que jamás pudieron tener nuestros abuelos noucentistas.

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