IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal
ROMA.-
Un crío que únicamente pesa 500 gramos y que ha venido al mundo tras sólo 22 semanas de gestación se debate entre la vida y la muerte en Italia. Pero, sobre todo, los pormenores de su llegada al mundo han desatado una acalorada discusión ética en el país transalpino sobre el aborto, los errores de diagnóstico y los límites de la medicina.
El pequeño en teoría no debía haber nacido. Su madre había decidido someterse a un aborto terapéutico después de que los médicos del hospital Careggi, en Florencia, le aseguraran que el feto padecía atresia de esófago, una malformación congénita que consiste en la ausencia de parte de ese órgano y que puede resultar muy grave.
Al menos eso es lo que se desprendía de las dos ecografías a las que se sometió la mujer y en ninguna de las cuales se distinguía el estómago del feto, uno de los signos clásicos de que se sufre esa enfermedad. Los médicos sugirieron a la madre que se realizara una resonancia magnética para estar más seguros de su diagnóstico pero ella, siguiendo el consejo de un cirujano amigo, decidió no hacerse más pruebas y someterse a un aborto terapéutico.
La ley italiana sobre interrupción voluntaria del embarazo permite abortar de manera libre hasta los 90 días de embarazo y, más adelante, sólo en caso de grave peligro para la vida de la mujer o malformaciones en el feto. Pero también dice que cuando exista la posibilidad de vida autónoma de un feto y la vida de la madre no corra peligro, el médico que esté practicando la interrupción debe «adoptar todas la medidas necesarias para salvaguardar la vida del feto». Y eso es precisamente lo que ocurrió el pasado viernes en la clínica Meyer de Florencia, donde la mujer se estaba sometiendo a un aborto terapéutico.
La intervención ya había concluido cuando los médicos comprobaron que el feto estaba vivo y que su corazón latía. ¿Qué hacer? El cirujano llamó a un pediatra de la unidad de cuidados intensivos, que reanimó al pequeño. Y que comprobó horrorizado como el niño no padecía atresia de esófago ni otras malformaciones. Se trataba de un feto normal de casi cinco meses de gestación que ahora está en una incubadora aquejado de hemorragia cerebral y con pocas posibilidades de sobrevivir.
«La madre se hizo todas las pruebas previstas en estos casos», aseguraba ayer Paolo Morillo, director del departamento Materno-Infantil del hospital Careggi después de comparecer ayer ante la comisión que está investigando el caso. Morillo no oculta su pesimismo respecto a la posibilidad de que el pequeño pueda salir adelante. «Veintidós semanas son poquísimas. No sólo es prematuro sino inmaduro», añadía.
El hospital Careggi ya fue el mes pasado el epicentro de una enorme polémica, al descubrirse que los órganos de una mujer infectada por el virus del sida habían sido trasplantados por error a tres pacientes del centro.
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