BAYERN MUNICH 2
REAL MADRID 1
Kahn
Sagnol
Lucio
Van Buyten
Lahm
Van Bommel
Hargreaves
Salihamidzic
Schweinsteiger
Podolski
Makaay
Cambios: Pizarro por Makaay (min. 68)
Gorlitz por Sagnol (min. 83)
Demichelis por Po-dolski (min. 86) s.c.
Casillas
Torres
Ramos
Helguera
Roberto Carlos
Diarra
Gago
Emerson
Higuaín
Raúl
Van Nistelrooy
Cambios: Guti por Emerson (min. 31)
Cassano por Higuaín (min. 46)
Robinho por Gago (min. 74)
Arbitro: Lubos Michel
Tarjetas amarillas: Van Bommel (2) y Diarra (2).
Tarjetas rojas: Van Bommel y Diarra (min. 80).
Goles: 1-0: Makaay (min. 1). 2-0: Lucio (min. 66). 2-1: Van Nistelrooy (penalti, min. 80).
ALLIANZ ARENA. LLENO.
MUNICH.- No querías sopa, pues toma dos tazas. Uno o dos segundos más de lo que se tarda en decir esta frase, en 10 segundos, es lo que tardó el Real Madrid en sacar del centro del campo otra vez. Antes, sólo un poquito antes, lo había hecho el Bayern: pim, a la banda a Salihamidzic; pam, al centro del área; y pum, gol de Makaay. A partir de ahí, reacción, nuevo golpe, recorte y emoción hasta decir basta. A partir de ahora, un agujero negro, rumor de fracaso. No es mala oportunidad ésta, ahora que aún chirrían los dientes, para hacerle unas cuantas preguntas a Fabio Capello, cuyo apellido se difumina ante los más crédulos; a él y a los que le trajeron disfrazado de ángel.
El partido no había empezado y el equipo español tenía remontada por delante. A un lado, Europa; al otro, un puñado de jugadores ideados y alineados en su mayoría para jugar al empate. Al menos, quedaban 90 minutos por delante para, como anunció Capello con rotundidad la tarde anterior, «ir a por la victoria, como siempre». El Madrid reaccionó, sí, pero echó de menos a un delantero de los que dicen aquí estoy yo. Uno de esos anda por Milán.
El Bayern no es nada del otro mundo. Si pasa esta temporada a la historia de la Champions, no será por su juego trenzado, ágil y venenoso; si acaso, por marcar el gol más rápido en la historia de la competición. La escuadra alemana no tiene nada del otro mundo, y así se lo hizo saber al Madrid en cuanto se pasó el efecto de efervescencia, pero sobre todo cuando el equipo madrileño se metió en el duelo. Todo el horror que se presuponía se quedó en menos. Con un poco más de iniciativa, el Madrid se habría hecho con el marcador en poco tiempo. Pese a las figuras borrosas de Emerson y de Diarra en un centro del campo inútil, a los de Capello les daba suficiente para meter contra las cuerdas a los alemanes. La decisión de retirar del once a Guti se transformó en cuanto Capello se dio cuenta de que Raúl se bastaba para bajar a por la pelota, repartir juego y tirar hacia arriba. A la media hora de partido, Emerson ya había regresado al lugar al que al parecer le está cogiendo cariño. La entrada del 14 aportó al Madrid esa neurona que estaba desgastando al capitán. El Bayern se alió con la contra, pero Casillas destrozó dos uno contra uno: el primero a Podolski y el segundo a Makaay. Éste último fue en el minuto 27. Un par de buenas combinaciones en los últimos tres cuartos del campo volvieron a recordar lo interesante que podía ser poner en apuros, por pequeños que fueran, a Kahn, un portero que lleva diciendo adiós. Van Nistelrooy, Raúl, Guti, Higuaín... Muchos madridistas bramaron al aire tras ver sus disparos pasar cerquísima de los palos alemanes. El Bayern, a tropezones, aguantó hasta el descanso con tipos como Van Buyten, en defensa, o Hargreaves, en la medular . El resto, ni chicha, ni limoná. El Madrid se había dado cuenta de que incluso herido, o tal vez por ello, Europa podía volver a sus pies.
Capello dio entrada tras el descanso a Cassano, neuronas para dar caza al torpe mastodonte alemán. Huyendo de los pelotazos, con el peso del fútbol, el conjunto español se acercó hasta con comodidad al área de su salvación. Van Nistelrooy tuvo el empate en su cabeza. Kahn, en recuerdo de lo que fue, sacó una mano y un adorno. El Bayern, tocado de las dos alas. Las embestidas blancas dejaron los huecos para que Makaay y su rifle se colaran de vez en cuando; todo bastante alocado, pero suficiente para recordar que Casillas sigue siendo un portero magnífico.
Echando la vista atrás después de una hora de combate, uno caía en la conclusión de que el Madrid se había llevado un guantazo de tomo y lomo nada más sonar la primera campana y que, después, había estado intercambiando bofetadas con clara ventaja a los puntos. Y también era evidente que el agotamiento debía ser enorme. En uno de lo pocos ataques muniqueses que no terminaron en las botas madrileñas o en las manos de Casillas, llegó el golpe de gracia. Un saque de esquina fue rematado por un futbolista raro y muy largo. Una sensación de injusticia recorrió el Allianz Arena. En medio del calambre emocional, a Capello se le ocurrió sacar a un jugador al que hacía poco caso durante... seis meses. Robinho se bastó para meter el miedo en el cuerpo. Una internada suya se tradujo en un penalti de libro. Mientras Van Nistelrooy se preparaba para marcarlo y Hitzfeld llamaba a defensas y más defensas, Diarra se ganó la segunda amarilla.
Con uno menos el Madrid estaba cayendo, eso sí, con los pantalones bien subidos. El sueño pasó de lado porque Ramos marcó tras ayudarse del brazo. El árbitro lo vio y prolongó la tensa velada cuatro minutos más. Hoy, el futuro es la eternidad.