JAVIER EXPOSITO
Si el martes fue el vigente campeón, el Barcelona, el que se quedó fuera, ayer fue el turno para el subcampeón. El Arsenal, que llegaba como favorito para lograr el pase a los cuartos de la Liga de Campeones, pese al buen hacer demostrado por el PSV en la ida, recibió el gol del empate que le dejaba fuera a 10 minutos para el final.
Tres años invicto en Champions en su estadio, y sin conocer la derrota este año en el Emirates Stadium, parecían avales suficientes para remontar el tanto de Méndez.
Ambas escuadras se plantaban con numerosas bajas en defensa, pero los de Wenger contaban con la ausencia de Henry, que no saltó de inicio, renqueante de su lesión. Baptista entró en su lugar, y tuvo algunas de las mejores ocasiones de la primera parte.
Pero el gol no llegó de sus botas, ni de las de sus compañeros. La fortuna se alió con los locales, y en un saque de esquina, Adebayor peinó el balón, con tal mala fortuna para el equipo holandés que el central Alex coló el balón en su propia portería.
El conjunto inglés respiró. Y más aún con la entrada de Henry, que apuntaló el juego ofensivo. Pero con lo que no contaron fue con que Alex se resarciría de su error a siete minutos del final, con un espléndido testarazo al saque de una falta que valía la clasificación.
En Manchester, los de Ferguson cumplieron con los pronósticos y obtuvieron el pase del tercer equipo inglés para la siguiente ronda, después de tumbar ayer al Lille (1-0).
El cuadro francés llegaba enfurecido por el polémico gol de Giggs en la ida, pero el líder de la Premier reventó el globo de la ilusión gala, que soñaba con meterse por primera vez en los cuartos de final.
El ex barcelonista Larsson, a 20 minutos del final, remató de cabeza una gran cabalgada de Ronaldo por la izquierda. Con ese gol, el sueco puso un broche de oro en su despedida de Old Trafford, ya que la próxima semana volverá al Helsinborg, cuando finalice el plazo de cesión.
Y el último en colarse en cuartos fue el Milan, que esperó hasta la prórroga. Con un planteamiento muy rácano por parte de Ancelotti (sólo con Inzaghi como punta nato), tuvo que ser Kaká, en una arrancada al inicio del tiempo suplementario, el que doblegara las aspiraciones del Celtic.
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