DARIO PRIETO
Las garrapatas, esos animalicos tan odiados por quienes las sufren como envidiados por los que hacen del parasitismo su bandera, viven cómodamente en las guitarras de Los Delinqüentes. Contrariamente a lo que piensa la mayoría de la gente, no son bichos saltarines como las pulgas ni se abalanzan sobre sus víctimas con ansia voraz. Antes bien, llevan una existencia tranquila y feliz, desnucadas entre las briznas de hierba y esperando a que pase por su lado un ejemplar de la cabaña lanar, un cánido despistado o una pareja retozona, de ésas que ruedan sobre el suelo cuales croquetas. Entonces, ¡zas!, bocado al canto y a vivir bien.
Por todo ello, no es de extrañar que para Los Delinqüentes estos ácaros sean sinónimo de buen rollo, y que definan su sonido como «garrapatero».
El grupo jerezano volvió ayer a actuar en Madrid, después de su experiencia dentro del G5. Bajo este acrónimo se reunieron el pasado año los pesos pesados del flamenqueo de buen rollito: Kiko Veneno, Muchachito Bombo Infierno, Tomatito y los dos Delinqüentes. Una vez finalizada aquella experiencia junto a compañeros de correrías y maestros -precisamente el nombre del grupo viene de una canción de Kiko Veneno-, el dúo vuelve por sus fueros.
La sala Joy Eslava fue el lugar escogido para este regreso. Una cita doble (ayer y hoy) para la que se acabaron las entradas rápidamente. Público jovenzuelo y rumboso para arropar a Marquitos El Canijo y Diego Pozo, que salieron entre acordes de Pink Floyd y redobles de pitos carnavaleros gaditanos. En pocas ocasiones las fuerzas de seguridad de la Joy habrían visto una humareda igual a la que se formó cuando el grupo arrancó con Los Delinqüentes y la banda del ratón. Entre llamadas a la legalización del cannabis e invitaciones a flotar «a tres metros por encima del suelo», El Canijo y los suyos dejaron claro que el fumeteo es una herramienta, si no indispensable, sí muy importante para introducirse en su mundo particular de garrapatas, ranas, ardillas que cuentan bellotas por las noches, verduras que crecen en las calles, nubes de pegatina y personas que nacen de huevos. La madre Naturaleza, siempre presente.
En terrenos más mundanos, el concierto se resolvió en una rumbita agradable, festiva y bailonga, animada por dos palmeros que había que verlos, con momentos de feria de pueblo, en los que El Canijo repartió pitos al son de Los Chunguitos y buen rollo por lo general. Caminito del almendro (con su baile asilvestrado), Ya nadie te quiere (coreada a pulmón por el público), No me quites mis tomates (en plan reggae'n blues), Tabanquero (pogo generalizado), Mis condiciones pajareras (con su recuerdo a Migue, antiguo componente del grupo, fallecido en 2004), Después (también muy coreada) y hasta un Alcohol (el himno oficioso del Cádiz) jalonaron una noche en la que las garrapatas picaron con gusto.
|