Jueves, 8 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6290.
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 MUNDO
Moscú investiga si un periodista crítico fue inducido a suicidarse
Ivan Safronov, que se ocupaba de una trama de venta de armas rusas a Irán y Siria, cayó desde la ventana de su edificio
DANIEL UTRILLA. Corresponsal

MOSCU.- La extraña muerte del periodista Ivan Safronov, un ex coronel especializado en casos de corrupción que el pasado viernes cayó desde el quinto piso de su bloque, mantiene en vilo a sus compañeros del diario Kommersant, una de las escasas cabeceras independientes del panorama periodístico ruso.

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Safronov, de 51 años, investigaba una supuesta trama de venta de armas desde Rusia a países de Oriente Próximo a través de Bielorrusia, cuando se tiró, lo arrojaron o lo coaccionaron para que se arrojase desde la ventana del rellano de la quinta planta de su bloque de viviendas. Safronov vivía dos pisos más abajo, pero su cuerpo cayó desde la quinta planta, donde quedó su gorra y una bolsa con naranjas que acababa de comprar.

La Fiscalía rusa ha abierto una investigación por «inducción al suicidio» aunque no descarta que Safronov decidiera matarse, posibilidad que los compañeros y familiares del fallecido niegan de forma tajante, tanto por el carácter enérgico y vitalista de Safronov, como por el sinsentido de tal acción precisamente ahora, cuando iba a estrenar un apartamento nuevo después de años malviviendo en una jruschovka, como se conoce a los apartamentos de mala calidad que se construyeron masivamente en los años 60. Quienes le conocían aseguran que Safronov no tenía deudas ni había pedido préstamos.

Dos horas antes de morir, Safronov -aquejado de una úlcera- visitó a su médico, que no le diagnosticó ninguna dolencia grave, aunque le llamó la atención su desánimo. «Respondía a mis preguntas con una palabra», reconoce al diario Kommersant.

Asimismo, al menos siete de las personas que hablaron por teléfono con Safronov la víspera o el mismo día de su muerte se sorprendieron por lo apagada que sonaba su voz, lo que ha llevado a sus compañeros a barajar otra posible versión de los hechos: que a Safronov lo drograron o envenenaron antes de empujarlo por la ventana.

Konstantin Freidenko, funcionario del servicio de prensa de la Agencia Espacial Rusa (Rossaviakosmos), fue la última persona que habló con Safronov, al que notó «cansado». «Safronov no era de esa clase de personas capaces de quitarse la vida», asegura Andrei Vasiliev, redactor jefe de Kommersant.

Las primeras personas que vieron el cuerpo de Safronov fueron dos estudiantes que, en el edificio de enfrente, habían salido a fumar al rellano de su escalera cuando sintieron un golpe «como cuando del tejado cae nieve». Entonces vieron el cuerpo tendido boca abajo de Safronov, que -aseguran- intentó levantarse en vano. Cuando llegó la ambulancia a socorrer al periodista, ya era tarde.

Antes de morir, Safronov llamó a la redacción de Kommersant y dijo que había obtenido las confirmaciones necesarias para escribir su artículo sobre la supuesta venta a Siria e Irán de armamento ruso (en concreto cazas Su-30 y complejos de defensa aérea con misiles S-300B) por medio de Bielorrusa, que actuaría de tapadera para evitar una condena internacional de EEUU contra Moscú. Safronov ya había sido investigado por el FSB (servicios secretos rusos) por la supuesta revelación de secretos de Estado en sus artículos.

El negocio del crimen

Al igual que ya hicieran tras el asesinato de la periodista crítica Anna Politkovskaya, abatida a tiros en el portal de su casa el pasado 7 de octubre, la Unión de Periodistas de Rusia ha iniciado una investigación paralela para esclarecer los hechos. El secretario general de esta organización, Igor Yakovenko, denuncia que desde 1993 al menos 214 periodistas han muerto en el desempeño de su cargo, lo que coloca a Rusia «sólo por detrás de Colombia o Irak» por el número de informadores asesinados, se lamenta.

«Sólo en cinco de esos casos se castigó al culpable y en ninguno se halló al organizador», asegura Yakovenko, que se muestra preocupado por el aumento de este tipo de crímenes que -lamenta- «de nuevo se convirtieron en un negocio rentable».

En 1994, un joven periodista del diario Moskovski Komsomolets, Dmitri Jolodov, fue asesinado con una carpeta-bomba cuando investigaba la corrupción en el Ejército y las conexiones entre la mafia y el estamento militar.

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