«En contra de lo que dicen algunos analistas, el pueblo iraní nunca aceptó al presidente Mahmud Ahmadineyad, que está aumentando la represión contra las mujeres, porque es consciente de su extraordinario poder y teme que sean precisamente ellas las que derriben su tiránico régimen», dice Azar Nafisi, autora de Leer Lolita en Teherán y profesora de la Johns Hopkins University.
Pregunta.- ¿Por qué el régimen tiene tanto miedo a las mujeres?
Respuesta.- Porque han desmentido la tesis islámica que las considera expresión de valores importados, típicos del feminismo occidental. Los que conocen nuestra historia saben que las feministas iraníes se inspiran, por el contrario, en una gran tradición autóctona que, desde el 1800, permitió la emancipación económica y social de muchísimas mujeres.
P.- ¿Por qué Irán es el país islámico con un movimiento feminista más potente?
R.- Porque las leyes reaccionarias con las que el régimen quiso derribar una gran herencia de emancipación terminaron por unir a todas las mujeres, tanto de la derecha como de la izquierda, tanto laicas como religiosas. Todas unidas en querer construir un Irán justo y moderno, en continuidad con el pasado. Estas feministas no se baten sólo por la propia elite secular, sino por los derechos de todas las mujeres iraníes. Sobre todo por las más pobres y analfabetas de las zonas rurales, que son las auténticas víctimas del arbitrio de la sharia.
P.- ¿Qué quieren las iraníes?
R.- Abolir la poligamia y la lapidación de las adúlteras, reales o presuntas. Hacer que el velo sea una decisión personal, no una imposición religiosa. Cambiar la ley sobre la custodia de los hijos que, tras la muerte del marido, son arrebatados a sus madres y confiados a otros hombres de la familia. Así como la ley que permite que una niña de 10 años sea entregada como esposa.
P.- Por reclamar estos derechos están en la cárcel, desde junio pasado, cinco líderes históricas del feminismo iraní.
R.- Pero no ha acabado con el movimiento. Antes de la revolución jomeinista, podíamos ser doctoras, abogados e, incluso, jueces, como la premio Nobel Shirin Ebadi. Todas las mujeres de la generación de mi abuela fueron educadas en el extranjero y, de vuelta a Irán, ocuparon puestos importantes en la cúpula del Estado. Mi madre como miembro del Parlamento. No necesitamos imitar a Occidente, tenemos el ejemplo en casa. A este tema dedico mi próximo libro, Things I have been silenced about, la memoria de las grandes mujeres de mi familia.
P.- ¿Qué pasará el día 8 de marzo en las plazas de Teherán, dado que casi todas las líderes feministas están en la cárcel?
R.- No creo que encerrando a la gente el Gobierno pueda conseguir su objetivo. Al comienzo de la revolución, cientos de miles de mujeres salieron a las plazas y fueron encarceladas, sin que por eso se acabase con el movimiento. No se trata de una protesta esporádica, sino de un fenómeno realmente global. Por eso, el Gobierno puede silenciar a algunas mujeres durante un tiempo, pero no puede detener a toda la población.
P.- ¿Qué le falta al movimiento para dar un salto de calidad?
R.- En estos momentos, lo más importante para las mujeres iraníes es contar con la solidaridad de toda la comunidad internacional. Hay que colocar el foco de la actualidad en las mujeres, bajando ya a Ahmadineyad del pedestal.