Nacida el año que liquidó la guerra europea más sangrienta del siglo XX, parecía más destinada a convertirse en campesina bajo el yugo colonial británico que a encarnar el símbolo de la liberación de la mujer africana. Hasta que 12 años después, una escuela católica llegó a su remoto pueblo natal, Ukerewe (hoy Tanzania), con la misión de formar una generación de mujeres capaces de levantar, codo a codo con los hombres, un país exento de la tutela extranjera.
Hoy, a los 61 años, preside un Parlamento panafricano aún en pruebas -pero con vocación de convertirse en órgano legislativo al estilo del europeo- y se ha convertido en un referente para la lucha por los derechos femeninos en el mundo entero.
«Por el simple hecho de pertenecer a una nación africana, las mujeres, como los hombres, han tenido que luchar mucho. En la liberación del colonialismo, por ejemplo, jugaron un papel muy importante», declara a EL MUNDO en entrevista telefónica, «en Africa las mujeres no pueden permitirse el lujo de no ser fuertes». Aunque, matiza, «ese compromiso de desarrollo no es exclusivo de su sexo, sino un asunto compartido con los hombres».
Ella misma es prueba de esa fortaleza, de la que ha dado muestras en numerosos cargos de responsabilidad: miembro de la Asamblea Legislativa de Africa del este en los 70, pasó las dos siguientes décadas ejerciendo de ministra en varias carteras de su país.
En 1995 lideró la Conferencía de Pekín, desde la que han llovido «muchos progresos», según afirma rotundamente: «En estos años muchos países han prohibido por ley la violencia de género y han impulsado sistemas legales para apoyar el avance de las mujeres». Y cita como «gran ejemplo» el caso de Ruanda, arrasada una década atrás por un genocidio que regó el país con la sangre de un millón de muertos y que hoy ostenta uno de los parlamentos más paritarios del mundo, con el 49% de representación femenina. «Además, la mitad de los jueces y de los universitarios ruandeses son mujeres», recalca.
La propia Mongella vivió de cerca aquel proceso de paz. Como representante de una misión internacional, en 1997 exhortó a las mujeres reunidas en un campo de desplazados de Burundi a «tomar partido por la paz y convencer a vuestros hombres de que paren la guerra».
Porque la presidenta de la Unión Africana cree que «existen determinadas capacidades femeninas que hacen a las mujeres propicias para la mediación y la negociación». Por ello ha instado en más de una ocasión a involucrarlas en la resolución de conflictos: «¿Hasta cuándo van a continuar dando vida sólo para ver cómo se la arrancan por la fuerza de las armas?», se preguntaba ante el Comité por la Paz y el Desarrolllo.
Mongella reconoce que existen «retos» pendientes, fundamentalmente «la mortalidad materna y la pobreza femenina, que sigue estando a niveles muy altos». Lo reconocía recientemente otra mujer al frente de un país africano: «Mujeres y jóvenes comprenden la mayoría de pobres en el mundo rural», recordaba la primera ministra de Mozambique, Luisa Días Diogo, durante una cumbre del Fondo Internacional de Desarrollo Agrario celebrada en febrero en Roma.
Sin embargo, Mongella se muestra optimista sobre el terreno recorrido: «La clave es la educación, que es una prioridad para los países de la Unión Africana», un organismo que obliga a que, de los cinco representantes con que cuenta cada nación, al menos uno sea mujer.
«Se está trabajando duro para que niñas y niños tengan igualdad de acceso a la escuela. Esa es la dirección adecuada, fundar en la educación el desarrollo de Africa», dice Mongella, recordando que cualquier tiempo pasado siempre fue peor en cuestiones discriminatorias: «Hoy en día las cosas son muy distintas de como eran cuando yo entré en política. Entonces no había costumbre de que una mujer dirigiera. Gobernar era un experimento».
Un ensayo del que se ha extraído el «enorme nivel de competencia femenina», que cristalizó hace un año en el nombramiento de la primera presidenta de Africa, la liberiana Ellen Johnson-Sirleaf. «Vamos camino de la igualdad», afirma, «porque la mentalidad de las mujeres también ha cambiado. Ahora están más dispuestas a entrar en política».
Mongella rechaza las críticas que equiparan cuota femenina con ineptitud para el cargo: «Las cuotas son muy positivas en un principio», asegura. «Además, para ejercer un cargo, las mujeres tienen que competir muy duro no sólo con los hombres, sino también entre ellas», asegura, instando a la UE a ponerse las pilas para no perder el tren de la igualdad: «Dado el nivel de desarrollo, Europa podría hacer mucho más».