La longevidad de Herman Brix, fallecido a consecuencia de las complicaciones surgidas por una rotura de cadera a la edad de 100 años, viene a dar la razón a quienes nos repiten lo saludable que es hacer deporte. Medalla de plata de halterofilia en los Juegos Olímpicos celebrados en Amsterdam de 1928, Brix fue todo un atleta desde sus días de estudiante, en los que destacó como delantero izquierdo en el equipo de fútbol de la Universidad de Washington.
Pero el reconocimiento internacional no le fue dado al campeón por las glorias deportivas, sino por las cinematográficas. Descontento Edgar Rice Burroughs con el Tarzán encarnado por el famosísimo Johnny Weissmuller, el escritor montó una productora -la Burroughs-Tarzan Enterprises- para filmar la versión «auténtica» de las aventuras del personaje que le había dado, si no la gloria literaria, sí una de las grandes fortunas de su tiempo. Fue así como Herman Brix se convirtió en el buen salvaje en Nuevas aventuras de Tarzán (Eward A. Kull, 1935). Sin embargo, entre los dos, el respetable se decantó mayoritariamente por Weissmuller.
Curiosamente, Brix vio la luz en una de las primeras casas de Tacoma (en el estado de Washington) dotadas con inodoro. Deportista desde temprana edad, sus primeras inquietudes oscilaron entre la dirección musical y el terreno de juego. No obstante, se graduó en Económicas en 1928 por la Universidad de Washington. Aún habrían de pasar muchos años antes de que se convirtiera en un hombre de empresa. Campeón de levantamiento de pesas de su país, y a menudo del mundo, cuando el cine se cruzó en su camino, Brix dejó el gimnasio y se fue a Hollywood. Aunque perdió el combate al que le lanzó Burroughs por el título de Tarzán de los monos, ya con el nombre artístico de Bruce Bennett, dio comienzo a una filmografía más que notable.
Finiquitadas las creaciones del rey de la jungla en Tarzán y la diosa (Eward A. Kull, 1938), Bennett se convirtió en una presencia habitual en el Hollywood de aquellos días. Tanto fue así que protagonizó junto a Humphrey Bogart Sahara (Zoltan Korda, 1943), La senda tenebrosa (Delmer Daves, 1947) y El tesoro de Sierra Madre (John Huston, 1948). Además de junto a Bogie, Bennett se prodigó especialmente junto a dos damas del carácter de Joan Crawford y Ann Sheridan.
Fue Albert Pierce, el sufrido marido de Mildred Pierce (Joan Crawford), en Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1945). Lidió contra Nora Prentiss (Ann Sheridan) en La sentencia (Vincent Sherman, 1947) y volvió a ir tras la estela de esta misma actriz en la inolvidable Río de plata, que el gran Raoul Walsh dirigió en 1948. Y, ya en 1952, el actor volvió junto a Joan Crawford en Sudden Fear, un thriller de David Miller. A la sazón, ciertos comentaristas situaban a Bruce Bennett en la línea de Gary Cooper.
Sorprende después de tanta gloria localizar al intérprete en The Alligator People (Roy del Ruth, 1959), todo un mito del cine de culto, pero también del de bajo presupuesto. Aprendida la última lección -que tu estrella deja de brillar cuando menos te lo esperas-, Bruce Bennett volvió a ser Herman Brix y, entonces sí, se convirtió en un notable hombre de empresa con apariciones muy esporádicas en las dos pantallas, a las que puso punto y final en 1980.
Herman Brix, actor y ex atleta, nació en 1907 en Tacoma (Washington, EEUU) y murió el 24 de febrero de 2007 en Santa Mónica (California).