En tiempos en los que tanto se habla de héroes y mártires, parece que cada cual quiere buscar el suyo. El PSOE -o, más bien, el viejo PSOE- encontró ayer a su icono al presentar al ex secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera, condenado por secuestro y malversación de fondos públicos, como todo un mártir de la derecha. Y lo hicieron nada menos que el ex presidente del Gobierno Felipe González y el presidente de la Junta de Extremadura, Rodríguez Ibarra.
González, para afirmar que lo ocurrido a Vera fue «una cacería humana sin fin y sin fundamento» montada por la derecha. Ibarra, para proclamar en dos ocasiones que «Vera es inocente».
Ambos dirigentes políticos fueron los encargados de presentar ayer un relato autobiográfico escrito por Rafael Vera y titulado 19 puertas, en un acto celebrado en una abarrotada sala del hotel Wellington de Madrid, en la que no hubo ningún miembro del actual Gobierno ni de la dirección del PSOE (salvo Ibarra).
Apenas media docena de viejos nostálgicos del felipismo -Rosa Conde y Joan Lerma, entre ellos-, otros viejos rockeros del guerrismo -José Acosta y Fernández Marugán-, y algunos miembros o muy cercanos a aquello que se conoció como la banda de Interior, como el abogado Jorge Argote, el ex director general de la Policía José María Rodríguez Colorado, o el ex ministro del Interior José Luis Corcuera.
El acto no fue otra cosa que un homenaje en toda regla a Rafael Vera, a quien los dos presentadores de excepción lo mostraron como el artífice de la consolidación democrática en España aunque, desgraciadamente, debe volver a sentarse en el banquillo el lunes.
Así, Rodríguez Ibarra presentó a Vera como la víctima de «la imbatibilidad de Felipe González». Según el dirigente extremeño, el libro de Vera pasará desapercibido, «porque nadie quiere reconocer lo que hizo en defensa de la libertad».
Además, el presidente de la Junta de Extremadura se permitó el lujo de leer parte del sumario por el que fue condenado Vera por malversación de fondos para asegurar que Vera «es inocente».
«No existen pruebas directas de que se enriqueció con los fondos reservados, como se afirma en el considerando vigésimo. Sólo hay indicios. Si me cogen a mí también me meten en la cárcel. Este señor es inocente», insistió ante un público entregado, que aplaudió.
González, en su intervención, siguió con su eterna teoría de la conspiración. Citó, una vez más, a Luis María Anson, y no dudó en vincular todo lo que le ocurrió a su secretario de Estado con este contubernio.
«Rafael Vera ha pagado, más que nadie, una cacería que iba dirigida contra mí. En distintos grados todos hemos pagado distintos precios, pero Rafael Vera ha sido quien más lo ha pagado», dijo González.
Además, González -como también hizo a su modo Ibarra- presentó a Vera como todo un artífice de que España viva en democracia y de la situación actual de la banda terrorista ETA.
«Fue una persona clave en la consolidación de la democracia. Formó parte del Ministerio del Interior que quebró el espinazo de ETA, porque con la caída de su cúpula en Bidart empieza el principio del fin de ETA».
Después de tantos elogios, Vera estuvo tímido, desangelado. Se limitó a anunciar que llevaba 24 horas entre medios de comunicación y que vuelve a su retiro, «en la soledad del campo, de la montaña», dijo bucólicamente. Insistió en que nadie espere de él ninguna infamia o traición -es decir, que parece que seguirá sin contar lo que sabe-, y se limitió a leer anodinamente el prólogo de su libro.
El acto se cerró con un aplauso cerrado y fuertes abrazos entre autor y presentadores. Todo olía a viejo, a otra época. Corcuera estaba colorado y Argote sonriente. En el Wellington se juntaron los mismos cabecillas que hace años en Guadalajara.