La vida es lo que pasa mientras estás enamorado.A grandes rasgos, ésta es la teoría de Lluís-Anton Baulenas cuando se pone en plan John Lennon. Y como ejemplo, ahí está su última novela.
Area de servei es una historia provisional desde el título. Tan provisional como imprevisible, igual que su protagonista: después de pasar tres años trabajando para una ONG en Africa, Anna Gudallol entra como segurata en un centro de salud y estética de alto nivel. No tiene reparos morales; considera que lo único que diferencia al tercer mundo del primero es que, en este segundo caso, los necesitados solicitan ayuda. Y la pagan a buen precio.
En la clínica Santa Cecília, donde hace la ronda nocturna, Anna conoce a un paciente cuya identidad real no quiere descubrir.Y cuyo misterio representa la atracción que ella siente por lo desconocido. Ella evita averiguar quién es él con el objetivo de mantener una relación sin compromiso; el suyo no es un amor ciego, sino un amor a ciegas. Para Anna, el amor es un sedante que le hace olvidar la realidad. Por eso va empalmando relaciones como enlaza una historia tras otra.
De hecho, su propia vida parte de una premonición digna de Shakespeare.La comparación es de Baulenas, que ayer presentó su novela en Barcelona. Si los espíritus tranquilizaban a Macbeth con el anuncio de que seguiría invicto mientras el bosque de Birman no se moviera, una gitana vaticina que Anna tendrá suerte hasta que su casa salga huyendo. Pero, claro, la cuestión es: ¿cómo va a escaparse una casa?
De modo que Anna vive tranquila y afortunada hasta que regresa de Africa, se pone a trabajar de guardia de seguridad y deja a su novio. Entonces se instala en una autocaravana. Y he aquí la clave: el vehículo representa la soledad, la imprevisibilidad, el desamparo. Además puede salir corriendo, como apuntaban las premoniciones que la gitana hizo antes de que Anna naciera.
Así que, al principio, Anna se instala en un cámping desolado.Es otoño y cuenta con la única compañía del recepcionista y su perro asqueroso. Un día, la desgracia le obliga a mudarse a un área de servicio. La que da nombre a la novela.
Publicado por Destino, el libro de Baulenas se centra en los últimos tres meses de 1999; puede que de ellos sacara la idea estructural de la historia. Fue en diciembre de aquel año, después de la visita navideña que los jugadores del Barça acostumbran a hacer a los niños del hospital Sant Joan de Déu, cuando El Mundo Deportivo publicaba en portada unas declaraciones de Rivaldo en las que el jugador aseguraba plantearse un cambio de vida.La protagonista de Area de servei acepta las modificaciones que la asaltan día a día, si no con la misma frivolidad, sí con el mismo ímpetu.
¿Es una metáfora del cambio de siglo? Al autor le hubiera gustado que así fuera. Pero, al escribir la novela, se dio cuenta de que el famoso efecto 2000, que podría haber replanteado tantas cosas, sólo provocó un alud de fiestas caras por Nochevieja.El año no le daba juego. O, en cualquier caso, le daba otro tipo de juego: el de la hipocresía y la fragilidad ideológica, según Baulenas.
Sin entrar en el ámbito social, la precariedad sentimental y de vivienda que acompañan a la protagonista puede interpretarse como un reflejo de lo que sucede más allá de las puertas de su autocaravana; más allá de la clínica en la que trabaja. «Anna se mueve siempre de noche, en un especie de Titanic iluminado por las luces de emergencia», explicó el autor.
Aunque está plagada de símbolos, Area de servei evita la introspección y no escatima en diálogos; algo en lo que, sin duda, ha contribuido Ventura Pons. Al leer uno de los primeros libros del autor, el director de cine le dijo que la historia no estaba mal, pero que los diálogos eran malísimos. Quince años más tarde, Pons llevaba al cine el relato Bones obres con el largometraje Anita no perd el tren. También adaptaría Amor idiota.
La última novela de Baulenas está en la línea de aquellas dos historias, a las que él llama «fábulas contemporáneas». Porque va de amor, pero, sobre todo, va de lo que pasa mientras tanto.Eso que ocurre al otro lado de la ventanilla de la autocaravana en la que nos refugiamos.