No quiere ser el final, sino el comienzo de muchas cosas. Después de años de espera, Barcelona tiene por fin un moderno Museu de la Música, tercera y última asignatura que aún seguía pendiente para que esa gran infraestructura cultural que es el Auditori se diera, definitivamente, por finalizada.
Cuando esta tarde el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, inaugure oficialmente este nueva oferta cultural de la ciudad, estará también escribiendo el final de una larga historia de trashumancia.Un interminable periplo que comenzó hace más de medio siglo en la tercera planta del Conservatori Municipal de Barcelona; sobrevivió, en medio de agobios y estrecheces, en la modernista Casa Quadres de la Diagonal y hace cinco años cerró puertas a la espera de que llegara este momento.
Y ahora, con apenas dos años de retraso sobre las fechas inicialmente prevista y un coste final de siete millones de euros, el Museu de la Música se ha convertido, por fin, en una espaciosa y moderna realidad. Un centro único en su género en España y equiparable, según sus responsables, a los grandes museos europeos especializados en la materia.
Situado en la segunda planta del cuerpo central del edificio proyectado por Rafael Moneo, el nuevo museo dispone de tres veces más espacio que en su ubicación anterior. Ello incluye 2.000 metros cuadrados de exposición permanente, además de otros 630 metros cuadrados dedicados a exposiciones temporales, investigación y documentación; 500 de servicios y una cantidad, aún no cuantificada, para almacén y taller de restauración.
Sin embargo, lo verdaderamente importante es que más allá de esta evidente y necesaria expansión volumétrica, el Museu de la Música renace con la ambición de convertirse en un centro cultural ágil y dinámico; con un proyecto museístico actualizado, que apuesta de lleno por las nuevas tecnologías y con una presentación innovadora con la que quiere llegar a todos los públicos.
«No queremos ser una nueva exposición, sino un nuevo concepto de museo, una nueva manera de gestionar y dar a conocer las colecciones», afirma Romà Escales, director del Museu de la Música.
Para ello, el centro exhibirá, en calidad de exposición permanente, más de 500 instrumentos de todas las épocas y culturas. La muestra -en realidad, un tercio de los fondos existentes- se presenta en forma de un recorrido interactivo, que combina música, texto e imagen.
En la práctica se trata de una serie de proyecciones audiovisuales que acompañan al visitante a lo largo de su visita y que están disponibles en tres idiomas, catalán, castellano e inglés. En principio se han diseñado cuatro series de proyecciones: la que corresponde al recorrido estándar, denominada L'Orpheus; una adaptación de la misma para público infantil, el Petit Orpheus; y dos itinerarios monográficos para público especializado.
«Una de las singularidades del museo es que hemos apostado por una audición colectiva de la música; en lugar del sistema tradicional de un visitante aislado con sus cascos», explica Romà Escalas.
Con estos elementos, la visita al Museu de la Música se transforma, en la práctica, en un auténtico paseo por la historia de este arte. Un viaje que se inicia en las antiguas civilizaciones, continúa por los periodos barroco, clásico y romántico, y finaliza con los estilos y nuevos recursos musicales del siglo XX.
A lo largo de él, el visitante tendrá oportunidad de contemplar algunas de las grandes colecciones del museo, como la de los grandes instrumentos de teclados, la de laúdes y tiorbas o la de guitarras, y también una amplia muestra de instrumentos procedentes de lejanas culturas. La música catalana, por su parte, dispone de una sala propia, en la que se exhibe el piano de Albéniz.
En paralelo a este recorrido histórico, se puede contemplar también una exposición dedicada a los sistemas de fijación del sonido que se han utilizado a lo largo del tiempo.
El Museu de la Música pondrá también a disposición de estudiantes e investigadores su archivo histórico de 12.000 documentos y 7.800 registros sonoros.