'Homeland'
Puesta en escena y coreografía: Roberto Oliván./ Creación e interpretación: Eulàlia Ayguadé, Erick Jiménez, Candice Bordès, Ramon Graell y Florencia Demestri, entre otros./ Música: George de Decker./ Escenografía: Herman Sorgeloos./ Vestuario: Carmel Peritore./ Escenario: Mercat de les Flors./ Fecha: 9 de marzo.
Calificación: ****
BARCELONA.- El Mercat de les Flors, consecuente con su definición como Centro de las Artes del Movimiento, apuesta decididamente por la diversificación de las artes escénicas y por los nuevos formatos y géneros donde éstas se mezclan y fusionan para brindar al público nuevos sabores. Dentro de esta línea de acción y con la intención también de conectar con los creadores catalanes que están trabajando fuera del territorio, aparece nuevamente Roberto Oliván, el catalán residente en Bruselas, y vuelve con esta pequeña maravilla de circo de argumento, un trabajo honesto, de apariencia simple, pero muy bien hecho y cuyo máximo acierto es el hacernos sentir el verdadero valor de esa fauna aparentemente kumba. Así que, ya a la entrada del espectáculo, asistimos a una romería a medio camino del ambiente del festival de Tàrrega y de la Marató de l'Espectacle: cantando todos, hasta sentarnos en nuestras butacas. Una vez ahí asistimos a la escenificación de una pequeña o gran historia, según como se mire, compuesta por mil pedacitos de historias personales (esto ya es un must postbausschiano), donde cada cual nos cuenta su pequeña anécdota personal: el francés y sus ligues, la argentina y su ictericia neonatal
La trouppe está compuesta por ocho artistas que, como en todo circo que se precie, tiene cada uno de ellos su número y su especialidad.A pesar de estas diferencias, el ojo del coreógrafo ha tratado de darle una uniformidad estilística, con más gracia que acierto, por lo que creemos que esta compañía tiene aún por delante, con una buena baza en su mano, un futuro plagado de grandes posibilidades.
Tanta heterodoxia y disparidad no impide que nos narren una bella e universal historia de amor, de amor a la vida y al circo, esa forma de vida genuina.
En el zenit del espectáculo situaríamos esa bella y sublime escena donde uno de ellos, megáfono en mano, confiesa, colocado en lo alto de la estructura para trapecio mientras una pareja evoluciona en una serie de números orgánicos y delicados, las razones primarias y a la vez tan metafísicas que conmueven a estos artistas. Es así como entendemos como, en pleno siglo XXI, el circo se haya renovado con esa nueva savia. Mientras, una pequeña moto petardea en el escenario, suena una nostálgica canción popular catalana de repente, mucha violencia, pero también una historia de amor, mucho amor, tanto amor que llegamos hasta un parto en pleno escenario, la violencia del encapuchado y los latigazos, sacudidas, saltos, tirabuzones, ese torbellino arrollador de fresca, sincera y deliciosa fraternidad.