B. H.
MALAGA. - Gala Évora encierra una extraña capacidad camaleónica que le permite, por momentos, parecerse muchísimo a la cantaora Estrella Morente. Eso es cuando está callada y tranquila. Pero cuando, en la película Lola, se pone a cantar, o a vociferar, o a reñir a lo bestia con su pareja de turno, su rostro se transfigura de inmediato para abrir paso a la esfinge agitanada y tormentosa de La Faraona. Es la primera vez que la cantante del grupo Papá Levante (sí, sí, recuerden la cancioncilla del verano aquella, Me pongo colorá) da el salto a un papel protagonista en el mundo del cine. Su única experiencia hasta la fecha consistía en una pequeña aparición en la película El día que nací yo, que protagonizó Isabel Pantoja.
El salto es de órdago. Tanto que no queda más remedio que empezar a pensar desde ya en Gala Évora como firme candidata a los muy lejanos premios Goya del año próximo. Los dos factores esenciales están reunidos: por un lado, la asunción de un reto como encarnar a todo un mito de la cultura popular española del último medio siglo, reto para el que se necesitaban no pocos bemoles... y el resultado de una interpretación insólita en el mejor de los sentidos, puro cóctel molotov a medio camino entre lo emotivo, lo cómico y lo trágico. Factores semejantes fueron los que acabaron fraguando el premio Goya al mejor actor para Oscar Jaenada por su colosal encarnación de Camarón de la Isla en Camarón, de Jaime Chávarri.
Gala Évora ha intervenido desde niña en los coros de algunos de los grandes del cante jondo, como el propio Camarón, Carmen Linares o Enrique Morente. Y, más recientemente, ha actuado junto a Falete.
«Estoy pletórica porque encarnar a Lola Flores era un reto muy importante en mi vida», contó ayer emocionada Gala Évora, quien reconoció: «Desde pequeñita, he tenido a Lola en un pedestal, como una virgen a la que se le tiene devoción. Pero, después de la película, me doy cuenta de que no sólo era la más grande como cantante... sino también como persona».
La joven actriz, nacida hace 23 años en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, alternó casi obsesivamente la lectura de las biografías publicadas sobre Lola Flores («sobre todo, la de Tico Medina y la autobiografía Coraje de vivir») con el visionado de un sinfín de películas, en las que apareció La Faraona.
Ayer, en el Teatro Cervantes de Málaga, explicó con la voz entrecortada: «Todo me parecía poco para encarnar a un personaje así porque, además, yo traté en todo momento de huir de la imitación. Sencillamente, porque Lola Flores era inimitable». La experiencia junto a la bailaora Cristina Hoyos, responsable de las coreografías de la película, resultó esencial para dar con el aroma de Lola Flores.
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