Eduardo Chillida (1924-2002) plasmó su preocupación por el espacio a través de esculturas monumentales, como el Peine del viento, pero también en pequeñas obras de papel, como las que se incluyen en sus libros de artista. La Biblioteca Nacional, en colaboración con Chillida-Leku y la Galería Altxerri de San Sebastián, reúne por primera vez toda la producción del artista en este campo, desde sus colaboraciones con Heidegger y Cioran a sus ilustraciones para el poema de Parménides o su homenaje a Johann Sebastian Bach.
La exposición Los libros de artista de Chillida: una constelación estética, que recupera 24 libros con más de 120 obras, fue inaugurada el pasado 6 de marzo por Rosa Regàs, directora de la Biblioteca Nacional, y Susana Chillida, hija del artista. Los comisarios de la muestra, Jaime González Lavagne y Juan Ignacio García Velilla, explicaron durante la presentación que ésta recorre «la evolución iconográfica del autor, en paralelo a su escultura, también la evolución técnica, con aguafuertes, xilografías o litografías, y una panorámica, si no de pensamiento, sí de querencias con los autores que consideró más próximos».
Las obras en papel de Chillida, que van del aguafuerte a los relieves o el collage, están presentes en la mayor parte de los grandes museos del mundo. Sin embargo, nunca hasta ahora se había planteado una panorámica completa en torno a este tipo de creaciones.
De Bach a Cioran
«Escultura y música tienen el mismo espacio sonoro y siempre paciente», advierten unas líneas de Chillida antes del espacio dedicado a Bach. Al lado una vitrina recoge la relación entre Heide-gger y el artista, con motivo de la publicación de El arte y el espacio (Die Kunst und der Raum) en 1969. García Velilla indicó que Chillida aprendió de Heidegger que «hay que dejar hablar el material, no forzarlo». Así, sus litografías-collage se adaptan a la escritura apretujada, casi rúnica, del filósofo alemán, como se puede comprobar en la piedra litográfica original que se incluye en la exposición.
Frente a las letras de Heidegger, la escritura más estirada de Cioran en Ce maudit moi y Face aux instants. Toda una competición caligráfica en la que participaron literatos de todo el mundo. Como recordó la hija de Chillida, el propio Jorge Guillén se postuló para ser ilustrado mediante una indirecta al artista: «Pues yo también tengo muy buena letra, ¿sabe?».
González Lavagne destacó que la relación entre Chillida y los escritores fue de igual a igual. «Ya va siendo hora de ver la verdadera dimensión de Chillida. Por ejemplo, en el momento de hacer este libro, Heidegger sabía quién era Alberto Giacometti, Henri Moore y también Chillida, que entonces contaba sólo con 43 años de edad. Y Heidegger quiso que fuese Chillida el que ilustrase su libro».
Para su hija Susana, «estos libros tienen todo lo de las obras grandes de Chillida». La diferencia, según ella, está en que «tenía que acoplarse al pensamiento del escritor; el libro tenía que ser de Chillida y, a la vez, de Heidegger». También destacó de su padre que era «un hombre muy concienzudo».
La muestra se completa con piezas de José Angel Valente (Cantigas de Alén), Jorge Semprún (L'écriture ou la vie), Clara Janés (La indetenible quietud), Joan Brossa (A peu pel llibre), Yves Bonnefoy (Le miracle du feu), Edmond Jabés (La mémoire et la main) o Esquilo (Los persas), entre otros. Muchas de ellas llevan el sello del Taller Hartz, dirigido por uno de los hijos de Chillida, Ignacio.
Mención especial merece Aromas, un proyecto editado en 2000 con dibujos de Chillida, reflexiones y poemas de varios autores (Alberti, Nietzsche, Cervantes, Oscar Wilde, Einstein, Paul Eluard, Goethe), además de los del propio artista.