En el caso de Dalí, un artista amado por los estadounidenses, que lo descubrieron tarde pero encantados, los filmes reavivarán la batalla que no hace tanto protagonizaron Capote e Infamous, ambos centrados en la figura del escritor genial, sarcástico y autodestructivo que firmó A sangre fría.

El más esperado de estos largometrajes quizá sea Dalí y yo, basado en la novela de Stan Lauryssen. Dirigido por Andrew Niccol (El señor de la guerra, Gattaca, Simone), contará con Al Pacino como protagonista. A falta de saber si será el gran Pacino de El mercader de Venecia, Insomnio y Glengarry Glen Ross, queda al menos la lícita expectación que provoca imaginarlo como el genio de Cadaqués. Según los responsables del proyecto, el núcleo de la película pasa por los años finales del pintor, con sus viajes a Estados Unidos y su relación con el propio Lauryssen.

Dalí, producida por Peter Rawley -quien ya figuró detrás de largometrajes tan dispares como Doña Bárbara, con Jorge Perugorría, y El proyecto Venecia, que juntó a Dennis Hopper y Lauren Bacall-, muestra a un Dalí dispuesto a triunfar, siempre bajo el yugo hipnotizante de Pablo Picasso, que jamás llegó a ofrecerle el abrazo que tanto anheló.

Adios Dalí, por su parte, contará con el veterano y prolífico actor Allan Rich (Amistad, Serpico, etcétera), quien mantuvo amistad con el propio tótem del surrealismo. Tendrá un carácter lisérgico, quizá más cercano a los productos surgidos tras el triunfo de Frank Miller y sus Sin City y 300.

Precisamente, la relación de Dalí con el cine será objeto de una exposición en la Tate Modern de Londres entre junio y septiembre. Una muestra que recordará sus colaboraciones con Luis Buñuel y Alfred Hitchcock (inolvidable aquella secuencia onírica en Recuerda).