«Podemos convertir la palabra presión en un estímulo»

FABIO CAPELLO / Entrenador del Real Madrid

«Claro que no dimito; mi marcha que la decida el presidente»

BARCELONA/MADRID.- El clásico más deprimido de los últimos tiempos se vive en los banquillos de Barça y Madrid con sensaciones antagónicas. Mientras, al menos por el momento, la cabeza de Frank Rijkaard no se cuestiona en Barcelona, la de Fabio Capello pende de un finísimo hilo que hoy puede romperse. Uno, el azulgrana, habla de motivación y asegura esperar un gran partido. El otro, el por ahora madridista, en cambio, intenta inútilmente enrocarse y justificar de la mejor manera posible sus últimos fracasos. Rijkaard proclama la humildad y no quiere hacer predicciones para no ser presuntuoso. A Capello, en cambio, le traicionan la altanería y el orgullo.

Frank Rijkaard abandonó ayer los monosílabos a los que tantas veces ha recurrido esta temporada en sus intervenciones ante los medios. La ocasión bien lo merece. Para el entrenador del Barcelona, un Barça-Madrid siempre es un partido especial, a pesar de lo que pueda decirse por ahí y del mazazo de la eliminación en la Champions. «Veo al equipo anímicamente bien. Jugar contra el Real Madrid siempre supone una motivación automática para nosotros, no resulta tan problemático motivar a los jugadores», desgranó el entrenador azulgrana. El holandés, como mandan los cánones en estos casos, huyó de la etiqueta de favorito: «Es presuntuoso decir de antemano quién va a jugar mejor el partido. Espero un gran clásico».

Rijkaard, eso sí, admitió que el factor campo permite que los suyos partan con una cierta ventaja. Tímida en principio, pero que puede acrecentarse a pasos agigantados si el equipo conecta con la grada. «Si el público nos ayuda, podemos convertir la palabra presión en un estímulo», destacó el técnico.

A Eto'o no suelen hacerle falta más estímulos que su propio genio cuando juega ante el Madrid, aunque Rijkaard descartaba ayer que lo del camerunés con su ex equipo pueda tener esta noche algo de personal. «Samuel está mejorando día a día, va a más, al igual que Messi. Un Barça-Madrid resulta especial para todos, no sólo para él, y tampoco es la primera vez que juega un partido así. No creo que haya sentimientos personales», aseguró el entrenador del Barça.

El técnico holandés, en cualquier caso, descartó que la plantilla azulgana esté cerca del final de un ciclo y apuntó que para la próxima temporada sólo se llevarán a cabo tres o cuatro retoques. Todo lo contrario de los 17 nombres que ya empiezan a manejarse como futuros ex jugadores del Madrid. Rijkaard, siempre respetuoso, no quiso meterse en camisa de once varas ni analizar la situación del eterno rival de los azulgrana, a pesar de su buena relación con Capello, aunque no pudo evitar echarle un ligero capote. «Yo no descartaría a ningún equipo que, matemáticamente, pueda ganar la Liga».

Al otro lado del puente aéreo, Fabio Capello pudo vivir ayer su última rueda de prensa en Valdebebas. Lo sabía, pero ni siquiera en estas circunstancias extremas modificó su gesto adusto, su altanería extrema y su orgullo. Eso sí, parte de razón sí tiene el futuro ex entrenador del Real Madrid. Le contrataron por unas características de fútbol que él, con peores resultados de los previstos, eso sí, no ha traicionado. Si quieres a Capello te lo tragas. El problema es que Ramón Calderón dijo en julio que el italiano era Dios en fútbol y ahora dice que no puede con el equipo, que duda de él.

Para empezar, la primera en la frente: «Ya me han hecho la misma pregunta 50 veces. Por supuesto que no pienso en dimitir. Absolutamente, no. Mi marcha que la decida el presidente, no depende de mí. No me escondo detras de nadie, ya sé que los resultados no están acompañando, pero sigo siendo yo el que decide. Y yo sigo disfrutando con este trabajo, mantengo la ilusión de verdad», indicó con su habitual cara de haber pasado una mala noche.

Pese a que admitió que no volverá a utilizar ese infernal trivote con Emerson, Diarra y Gago, afirmó que siempre repetiría lo que hizo en Múnich: «El sistema no me decepcionó. El planteamiento estaba preparado para ese partido concreto y todo se vino abajo rápidamente. Por un error puntual, todo lo ensayado durante la semana no sirvió de nada. Mi experiencia me dice que se pierde o se gana por pequeñas cosas. Fuimos los que más goles hicimos en la Champions hasta ahora, pero caímos por hacer regalos».

Pese a las evidencias, el italiano todavía mantiene que su equipo tiene algo que decir en la Liga. Incluso aunque pierda: «Se pondría mucho más difícil, pero hace unas semanas, el Valencia parecía descartado y ahora está árriba. Sí, todo se complicaría, pero yo no arrojaría la toalla».

En medio del caos en que se desenvuelve Capello, ayer no se cortó al reconocer que había convocado en varias ocasiones a Emerson, pese a estar lesionado y sin opciones de jugar. «Son decisiones que tomo yo, que soy el que manda». Hoy no parece que vaya a jugar el brasileño, pero su entrenador tiene el mismo aspecto de un pulpo desorientado en medio de un garaje. Calderón espera el momento de guillotinarle.