CARLOS TORO
La operación Puerto no ha llegado a buen ídem. Cosas de los jueces, a los que respetamos siempre, pero a veces no comprendemos. A la Justicia se la representa con los ojos vendados para expresar una ceguera voluntaria que simboliza la absoluta imparcialidad. Pero también, y acaso sobre todo, para indicar que no se puede ni se debe tomar una decisión sin ver claramente a través de la venda. In dubio pro reo. Es preferible absolver a 100 culpables que condenar a un inocente, etcétera. Máximas morales, aparte de jurídicas. En el fondo son lo mismo. La venda no está ahí para no ver nada, sino para comprobar si es posible percibir la realidad a través de la tela. Si no es así, si el mundo no es percibido con la misma nitidez con la que se le apreciaría con los ojos descubiertos, no hay causa. Y punto. Así es y así debe ser. Pero aceptarlo puede no ser tan fácil, incluso admitiendo que sólo deben tenerse en cuenta las pruebas irrefutables y no los indicios, por reveladores que sean o lo parezcan.
A veces no hay causa, aunque haya delito. ¿Existe delito en todo este asunto, aunque no haya causa? De momento, no hay delito contra la salud pública. Pero no porque no existan dosis de EPO en danza, sino porque éstas no son lo suficientemente generosas como para considerarlas nocivas. Para mucha gente resultará difícil aceptar esta hipótesis puramente cuantitativa frente a la evidencia reconocida de las bolsas rojas. No se puede estar un «poco muerto» ni un «poco embarazada», pero ¿sí un poco dopado?
En cualquier caso, las cosas son ahora como son y el Consejo Superior de Deportes, la Guardia Civil y demás actores armados con la espada flamígera aparecen ahora como víctimas de su propia divina impaciencia. Han caído en la trampa de un afán justiciero y redentor que se ha revelado tan loable como precipitado. No han asegurado el terreno bajo sus pies. Han recibido una lección y, además, una cura de humildad, si es que querían ser más honestos que nadie y demostrarlo lo antes posible.
Seguimos creyendo en ellos y en lo que representan en este campo. Seguimos dándoles básicamente la razón y prestándoles nuestro incondicional apoyo. Pero, a la luz de los acontecimientos, puede que le hayan hecho un flaco favor a la lucha contra el dopaje, en lugar de potenciarla. Se ha dado un paso atrás, un paso en falso, tras el que se protegerán los inocentes, pero también tras el que se escudarán los culpables. Se ha perdido credibilidad y, con ello, fuerza y capacidad de intimidación. Se ha creado un precedente peligroso. Mal día para la lírica.
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