M. R.
«La mayoría de las bombillas en mi piso son de bajo consumo, aunque todavía no son los suficientemente brillantes. Cuando busco algo que se me ha caído en la alfombra, tengo un pequeño problema», bromeaba ayer Angela Merkel. La canciller alemana señalaba hacia las bombillas sobre ella en la sala de la rueda de prensa del Consejo de la UE, que ya se ha pasado de la iluminación incandescente a la fluorescente.
Siguiendo el ejemplo de Australia, los europeos pretenden impulsar la transición hacia bombillas que ahorran cerca de un 20%. La sede del Consejo Europeo ya ha cambiado toda su iluminación y los líderes pidieron a la Comisión que proponga de aquí a 2009 leyes para modificar las bombillas. El plan es impulsar el cambio en la iluminación de las calles y las oficinas, al menos públicas, en 2008, y obligaciones para la transición total, que afecte también al consumo privado, en 2009, «como tarde».
«Cada ciudadano puede contribuir», animó Merkel, sentada al lado del presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, quien defiende el uso de su todoterreno personal, que produce el triple de emisiones que un utilitario, y considera que los individuos no deben dar ejemplo ecológico. El martes pasado, aseguró que la libertad de generaciones futuras puede estar en peligro si se empiezan a dar «certificados de buena conducta».
No es cuestión de ser «activista», según la canciller, sino de, al menos, fijarse en qué se vende en las tiendas europeas. Osram, propiedad de la alemana Siemens, y la holandesa Philips tienen un sector de bombillas más «verdes» en crecimiento y que, si se aprobara la legislación vinculante, podrían desarrollar hasta convertirlo en su gran negocio.
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