Sábado, 10 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6292.
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 ESPAÑA
EL DISCURSO DE LA SEMANA
Zapatero, por la ruta periférica
LOURDES MARTIN SALGADO

Zapatero busca llegar a los españoles por la ruta periférica. No, no se trata de ninguna referencia velada a su búsqueda de apoyos en los nacionalismos. Se trata de su forma de persuadir, de acuerdo con el esquema que mejor explica cómo procesamos los mensajes que nos llegan: el Modelo de probabilidad de la elaboración de Petty y Cacciopo. Este modelo sugiere que los mensajes pueden seguir dos rutas en el receptor: la central y la periférica. Por la primera, quien escucha analiza los argumentos de forma racional y detenida, comparándolos con sus conocimientos previos, sopesándolos; por la segunda, el receptor decide prácticamente sin pensar, de forma automática, en función de atajos del pensamiento como que el orador es de su partido, le resulta simpático, lo que dice suena bien, parece que sabe de lo que habla... La elección de una u otra ruta depende del receptor, de su motivación y capacidad, pero sin duda quienes hablan eligen sus argumentos en función de cómo creen que pueden ganarse al auditorio.

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Zapatero domina el repertorio de argumentos periféricos y el miércoles en el Senado volvió a demostrarlo para explicar su decisión respecto a De Juana Chaos.

Empezó su intervención reiterando que ha actuado «de acuerdo con la legislación vigente». Por la ruta periférica, deberíamos entender que la ley le obligaba y no tuvo alternativa. Pero por la ruta central cualquiera se dará cuenta de que, si de pronto le diera al presidente por indultar a todos los presos etarras, también estaría actuando «según la legalidad vigente». Tal argumento no pasa, por tanto, el filtro de la razón.

Cuando el centro del debate consiste en que Zapatero dé explicaciones, éste intenta trasladarlo a la periferia y que las dé la oposición. El presidente dedicó casi la totalidad de su discurso a recordar la política penitenciaria de su predecesor. Empezó creando expectativas ya desde Marruecos sobre lo que iba a decir, sugiriendo terribles verdades que nunca hasta entonces habían sido reveladas. Es una táctica muy propia de la vía periférica, para dar a entender -sin tener que demostrarlo- que lo que se va a decir tiene la máxima enjundia.

Ya en la Cámara, se comprobó que no era para tanto. Empezó el presidente descubriendo que con el PP se produjeron 306 «excarcelaciones anticipadas» de miembros de ETA que «no fueron objeto de polémica, crítica o titulares». Proporcionar cifras es también uno de los recursos periféricos más manidos: cuando al receptor le faltan datos para comparar, le resultan mucho más creíbles los argumentos cuantitativos que la expresión de generalidades. Por eso la revelación de Zapatero resulta mucho menos sorprendente cuando se conoce que de 2004 a 2006, cuando él ya gobernaba, se produjeron 117 de esas «excarcelaciones anticipadas» que tampoco fueron «objeto de polémica, crítica o información». Pero su estrategia periférica no se queda ahí; también el término «excarcelaciones anticipadas» siembra la confusión cuando se habla de etarras que cumplieron su condena en función del Código Penal de 1973, sin que les faltara ese año y medio que se le suaviza a De Juana. Asimismo, se genera desconcierto al comparar unas decisiones tomadas por los jueces sin la intervención directa del Gobierno con una en la que Zapatero ha inclinado la balanza.

El presidente continuó su argumentación afirmando que cuando gobernaba el PP De Juana obtuvo beneficios penitenciarios «por escribir un presunto libro que es un panfleto». Por la vía periférica, habría que entender que los populares también fueron benévolos con el polémico preso. Por la central, cualquiera distingue que aquello no fue una decisión personal de Aznar y, lo que es más importante, que un libro no es un elemento de chantaje como lo es una huelga de hambre.

Zapatero continuó ofreciendo datos: «21 presos en libertad condicional por motivos de salud» (pero no por dejar voluntariamente de comer), «Iñaki Bilbao» (quien salió tras cumplir su pena y cuyo asesinato de un concejal debería demostrar sólo que los no arrepentidos no merecen benevolencia); «43 presos acercados durante el secuestro de Ortega Lara» (implicando un intercambio que nunca se estableció, como sí se hizo con Miguel Angel Blanco). «Ésta es -según el presidente- la verdad de los hechos». Y así es exactamente cómo funciona la ruta periférica. Parece que ante los hechos no hay réplica posible, pero eso sólo ocurre si desconocemos el contexto que nos permita dilucidar si han sido tergiversados para establecer conclusiones falaces. Ninguno de los «hechos» presentados por Zapatero resiste el escrutinio de la ruta central.

El orador que trata de penetrar por la vía periférica elogia sistemáticamente a su auditorio -«Me siento orgulloso de la sociedad española»- porque el halago predispone a la aceptación de sus argumentos. Pretende que su intencionalidad justifique sus acciones, diciendo que ha actuado «de buena fe». Achaca simultáneamente intenciones pérfidas a su adversario -«Ustedes están empeñados en ocultar estas verdades». Cuela ideas difíciles de sostener por sí mismas mediante la falacia de petición de principio -«A ustedes no les importa que fortalezcamos el Estado de Derecho y la democracia»-, eludiendo argumentar por qué su acción fortalece el Estado de Derecho y la democracia. Se dice conciliador aunque toda su estrategia se base en el ataque: «Antes o después esta profunda separación que hay tendrá que tener punto final, porque lo necesita el país y lo quieren los españoles». Y, para colmo, aunque no sea capaz de responder a lo que se le pregunta con razones dignas de tal nombre, pide a los demás que vuelvan a «un clima de racionalidad».

...«Esta es la verdad de los hechos. Ustedes están empeñados en ocultar estas verdades con el aluvión de irresponsable demagogia que están haciendo todos los días»...

-José Luis Rodríguez Zapatero en el Senado (7/3/2007).

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