Lo creen así tres de cada cuatro profesores, que en una encuesta sentimental tiran de tiza para reivindicar la escuela de los 70 y los 80, a pesar de aquellos pupitres verdes de formica y de roída cajonera. Escrito 100 veces hoy: la educación ha empeorado en los últimos 30 años.

El caso es que, paradójicamente, el informe Las emociones y los valores del profesorado, encargado por la Fundación SM, le tira algo de las orejas a uno de sus autores, Alvaro Marchesi, alto cargo ministerial del PSOE en los 90 y uno de los padres de la Logse. Porque, más concretamente, el 60% de los enseñantes responde que prefiere la Ley General de Educación (1970) que la vilipendiada reforma socialista (1990) que Marchesi apadrinó.

Más de 2.500 docentes fueron preguntados en 2006 sobre la percepción de la escuela que les toca vivir, lo que cambiarían de ella si la regla fuera una varita mágica y el grado de satisfacción con su quehacer diario.

Éstas fueron sus respuestas. Son los educadores los que le ponen el estetoscopio a la enseñanza y le piden que diga 33.

Situación de la escuela.

No se trata de que cualquier tiempo pasado fuese mejor, ni de un guiño conservador, sino de que la escuela actual cojea cuando se trata de andar de acuerdo con las nuevas realidades y el zapato que aprieta es el que lleva el docente.

Así, el 73% dice que la enseñanza era mejor hace tres décadas, seis de cada 10 se queda antes con la Ley General de Educación que con la Logse y más de la mitad de los docentes dice que «volvería a la estructura organizativa de los años 70 y 80».

Marchesi lo explicó señalando que en el profesorado de Primaria hay una «añoranza de homogenedidad» de tiempo pasados, donde la diversidad era menor, y que entre los enseñantes de Secundaria se echa en falta la estructura «más selectiva» y con más vías a partir de los 14 años que ofrecía la norma de 1970.

Grado de satisfacción.

Un aserto general extraído de las encuestas: la insatisfacción docente es como el pelo blanco, aumenta con la edad.

No obstante, a grandes rasgos, el profesorado se muestra contento con lo que hace -un 93% se encuentra satisfecho con la profesión elegida- y presume de estar a muerte con su empleo -el 90% de los encuestados considera que la vocación es necesaria para dedicarse a esto-.

A pesar de que perciben que las cosas no van bien de aulas adentro, un 56% dice estar bien con sus condiciones laborales y un 78% señala que no cambiaría de trabajo aunque encontrara algo similar.

En este punto, Marchesi señalaba ayer la doble paradoja que supone la profesión. «La primera paradoja es que la mayoría está satisfecha, pero piensa que no se les valora [sólo un 6% cree que se les aprecia socialmente; sólo un 9% opina que lo hace la Administración]. La segunda es que ven que la sociedad ha cambiado positivamente, pero creen que la educación ha ido a peor y ven su futuro con pesimismo».

Lo más valorado.

Cuanto más joven se es como enseñante, más se valora ser visto como un buen profesor. Cuanto mayor es uno, más se cambian las tornas por dejar la impronta de una persona íntegra.

Si les preguntan por los padres de los alumnos, les contestarán que lo que más aprecian es que mantengan buenas relaciones (40,5%), la confianza (39%) y el sentirse valorado (14%). En el otro platillo de la balanza, lo que menos aguanta un docente de un padre es que no se preocupe por la educación de sus hijos (55,5%) y que le desautorice (39,4%).

Alumnos.

A ojos del maestro, hay una tara en nuestro alumnado (quizás en el de todo el mundo) que asoma por encima del resto: los chavales adolecen de pereza.

La cita el 68% de los profesores, que apunta como principal defecto de sus pupilos el que «se esfuerzan poco». Ya lejos, en segundo lugar, hay otro 25% que esgrime que «son poco responsables».

¿Que qué quieren que sean sus estudiantes el día de mañana? El 54% responde que «personas felices»; un 37%, que «personas justas».

Educación para la Ciudadanía.

Pisamos un callo: el 67% de los profesores respalda la materia (un 78% de los enseñantes en formación y el 57% de los que ya lo son), a pesar del obstinado rechazo de la Iglesia y de ciertos colectivos de muy distinta representatividad.

Curiosamente, este estudio encargado por la fundación de los religiosos marianistas concluye que la mayor resistencia no se detecta en los centros concertados, sino en los públicos.

Confianza en instituciones.

No hay un clima de confianza en las instituciones como para tirar cohetes para remendar los costurones de la escuela. Unicamente en torno a un 20% de los profesores confía en el Ministerio de Educación o en su Consejería de Educación para llevar esta nave a buen puerto.