Sábado, 10 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6292.
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No hay que temer a los que tienen otra opinión, sino a aquéllos que, teniéndola, temen manifestarla (Napoleón)
 MADRID
Viva la vida
Femenino pluraltras las tablas
PEDRO VILLORA

Escena. Coincidencia o no. En una semana repleta de actos que conmemoran el Día de la Mujer Trabajadora, los dos grandes teatros dependientes del Ministerio de Cultura representan montajes dirigidos por mujeres. Natalia Menéndez firma 'El curioso impertinente' y Rosa Morales 'Dirección gritadero'

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Por una curiosa coincidencia, en estas fechas en que se ha conmemorado el Día de la Mujer, los dos grandes teatros dependientes del Ministerio de Cultura presentan sendos montajes dirigidos por mujeres. En el Centro Dramático Nacional, concretamente en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, Rosa Morales dirige Dirección gritadero de Guy Foissy. En el Teatro Pavón, la Compañía Nacional de Teatro Clásico trabaja a las órdenes de Natalia Menéndez en El curioso impertinente de Guillén de Castro. Aunque Menéndez hace doblete, porque también es suya la dirección de Tres versiones de una vida de Yasmina Reza en el Teatro Infanta Isabel.

P.- ¿En qué medida el ser mujeres ha perjudicado o beneficiado sus carreras teatrales como actrices y directoras?

Rosa Morales.- No siento que haya sido malo o bueno. Las mujeres quizá lo tenemos un poquito más difícil porque la dirección sigue siendo un terreno más masculino que femenino, pero aun así no he sentido que me perjudicara.

Natalia Menéndez.- Sí he sentido a veces un perjuicio por la parte técnica, que no por la actoral. Más que nada por la edad: además de ser mujer, por la juventud parecía que pasaba exámenes.

R.M.- Hay una barrera con los técnicos a quienes has de ganarte.

N.M.- Tienes que demostrarles que sabes. Y quizá a un hombre a lo mejor no se le exige de la misma manera. Lo digo porque al haber hecho ayundatías sé cómo han tratado a los hombres. Pero no todos, claro.

P.- ¿Cómo es ese mundo de los técnicos?

N.M.- Muy machista. Los primeros maquinistas vienen de los barcos. Es gente que tiene una formación de usar las herramientas pero quizá no tanto de usar el verbo. Poco a poco han salido escuelas y talleres, y desde hace no mucho más de 10 años han comenzado a emerger las mujeres y participar de la parte trasera del teatro.

P.- Han comentado el perjuicio, sin embargo se dedican a un oficio en el que hay concursos para directoras o autoras pero no para directores o autores masculinos. ¿El ser mujeres les ha supuesto algún beneficio?

R.M.- Imagino que ese beneficio está tratando de compensar el tiempo en que las mujeres no han aparecido como directoras y es verdad que llevamos años con estas posibilidades.

N.M.- Son fórmulas para favorecer el que no haya miedos y se tire adelante. Creo que es tratar de que haya un equilibrio más lógico.

P.- ¿Qué les gusta de la dirección?

R.M.- Trabajar con los actores y entenderlos desde mi experiencia de actriz, y sobre todo tener unos temas sobre los que reflexionar y llevarlos a la acción conjugándolos con música, luces, movimiento...

N.M.- Me gusta cogerle el pulso al autor, tener un texto que me provoque y a partir de ahí imaginar. Y luego pensar en escenografía, luz y el trabajo con el actor.

P.- ¿Qué temas o textos son esos que les motivan?

N.M.- Muchos. Me encantaría poder abarcar muchas formas y géneros: el amor, la vida y la muerte, claro, pero también lo social y lo que está en las grietas de la vida.

R.M.- Ahora me siento más cerca de los autores contemporáneos y sus reflexiones.

P.- Hablan de la importancia del texto cuando algunos de sus colegas aún afirman que el mejor dramaturgo es el ya muerto.

N.M.- Mi formación ha sido cartesiana y ha partido del texto y del autor, que es el pilar fundamental hasta el punto de que incluso podría no existir el director. Pero el autor debe estar vivo y para eso necesita de un director que dé un punto de vista y lo monte.

R.M.- Cuando alguien reflexiona sobre un asunto durante meses y lo escribe, hay que hacerle cierto caso. Debes ponerte al servicio de quien ha creado la historia o dedicarte a otra cosa.

N.M.- También está la autoría de la dirección, la escenografía o la interpretación, y, así como los espectáculos de Strehler se remontan, me encantaría recuperar montajes de directores que han hecho historia en España.

P.- Como directoras y también actrices, ¿qué grado de libertad creativa permiten a sus intérpretes?

R.M.- Mucha. Demando que estudien, profundicen y traigan todas aquellas propuestas que consideren, y también pido disciplina. Me gusta discutir y que tengan una opinión sobre aquello que hacemos, pero me gusta que digan «sí» al texto y a la propuesta de trabajo.

N.M.- Debe haber una conexión llamada confianza y, una vez establecida la idea sobre la que se va a trabajar, al actor le pido generosidad mental, imaginación y buen humor.

P.- ¿Han cambiado como intérpretes después de dirigir?

N.M.- Te ayuda a no dar la paliza al director, no pensar que eres el centro del mundo ni ser histriónica hasta límites insospechados.

R.M.- Y a no ser parca hasta límites igualmente insospechados. Cuando actúas después de dirigir, comprendes la cantidad de cosas que pasan en un montaje sin que tú lo sepas y, como no eres el centro del mundo, más vale que estés en consonancia con él.

P.- ¿Existe la dirección femenina?

N.M.- Existe la dirección de mujeres concretas, igual que sería raro hablar de la dirección o la dramaturgia masculina. Veo el toque de Pilar Miró, que lo sigo viendo en sus películas, María Ruiz o Josefina Molina, pero no de la generalidad de las mujeres.

R.M.- Como actriz he trabajado con mujeres y hombres exquisitos, y con hombres y mujeres que no lo han sido. Tengo más afinidad con la persona que con su sexualidad.

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