Presenta su último disco, en Alquimia, Pepe de Lucía. Pepe de Lucía es hermano de un genio, Paco de Lucía, que no aparece nunca en las fiestas porque vive en el monacato laico de la fiesta de su guitarra, lejos de Madrid. Viene a lo de Pepe su hija, Malú, que canta torrencial. Al principio de su carrera, que ya es carrerón, Malú sostenía en silencio ser hija de Pepe, porque eludía eso de ser «hija de», que sirve para pluriemplearse en las tertulias de garrafón, pero no para encumbrarse entre los puros artistas del alma. Ahora, la foto en familia no daña en absoluto, sino todo lo contrario. Además de padre e hija, o hija y padre, vienen al reclamo de la música David Demaría, Arturo Pareja Obregón, Pedro Ruiz, Manuel Martos y Pastora Soler. Noche flamenca que incluye, además, flamencos de la noche.

MARTES, 6

Me decía la otra mañana Andrés Vicente Gómez que Penélope Cruz y Antonio Banderas ya no son actores nacionales, sino internacionales. Y lleva razón. Hoy viene Penélope a lo de los Premios Fotogramas, y la fiesta se internacionaliza porque Penélope tiene un poco o un mucho de musa madriles de Hollywood, que encima aporta a Almodóvar. Lo mismo es al contrario. O sea, que Almodóvar aporta a Penélope, porque Penélope es la novia de Pedro, que no tiene novias. En cualquier caso, son pareja de oro para una entrega de premios en Plata, o lo que sea, que es lo que nos ocupa esta noche.

Penélope viene de competir en su Oscar de mejor actriz con Meryl Streep, Helen Mirren y Kate Winslet, o sea, el copón, pero la nominación ya es un Oscar para Penélope Cruz, que empezó de adolescente de extrarradio y es la joven morena de moda en Hollywood. Y aquí, naturalmente. La que quiera que se ponga. Estamos hablando de una chica que empezó haciendo castings en Tele 5 para presentar concursos musicales, o lo que fuera, y ahora se codea con los nombres de oro de su gremio, zona cúpula internacional. Aquí, las lenguas malvadas e incluso malignas han querido abreviarla en Pe, pero Pe es Penélope, o sea, Penélope Cruz, la primera española nominada en estos premios que son cumbre de la profesión. Yo he creído siempre en ella. Y lo he escrito. De modo que todo esto me pega un subidón, mayormente por verles la cara a los que aún se obstinan en verla sólo como una guapita de portada. Lo que les digo: la que quiera, que vaya y se ponga. Aquí nos hemos quedado mucho en hacer chisme urgente de sus novios famosísimos, pero ella entre novio y novio ha colocado una película, o dos, o tres, muchas, en fin, y así ha llegado a Hollywood de verdad, o sea, nominada por Volver, y no por ser novia de Matthew McConaughey o Tom Cruise, que son méritos que ya quisieran para ellas las viboronas que la siguen o la critican, que no necesariamente son las mismas. Hasta Woody Allen le ha pedido sitio en la agenda.

La conocí allá por el 89, o quizá por el 90, cuando estrenaba 15 o 16 revueltos años de morena en flor y acababa de hacer, con Mecano, unas escenas del videoclip La fuerza del destino. Uno, que es un cazaninfas y aguanta muy profesionalmente el tipo ante los nuevos hallazgos o los nuevos valores, supo enseguida que aquella criatura era un trueno. Pero un trueno mayor. Llevaba el melenón en llamas, tenía el espíritu en día de fiesta y vivía alegremente a las afueras de Madrid, junto a sus padres, Eduardo y Encarna, y sus hermanos, Mónica y Eduardito, a los que adoraba y adora todavía. Le hice sus primeras entrevistas y la promocioné a tope, para varias revistas que probaban a explorar y explotar su erotismo de juventud, y no llegó nunca a reconocerme ni que era la más codiciada de la fiesta ni tampoco que era la más guapa de su barrio.

-Lo que yo sí te veo, Penélope, son muchas prisas.

-¿Verdad? Parece que voy siempre a apagar un incendio.

Parecía, en efecto, que tenía muchas prisas por ir siempre a apagar un incendio, cualquier incendio, todos los incendios. Lo escribí entonces y lo repito hoy: «Feliniza el sitio. Penelopiza el mundo». Como mujer, no acabará de matar en ella una magia de niña, y eso la torna fascinante. Como actriz es el relevo soleado de nuestras grandes de la interpretación y la gran proa morena de una belle epoque de chicas prósperas que es ella misma y luego una o dos más. Ha sido portada de la prestigiosa revista People y alterna con Bob Dylan. En una edición de los Oscars, dio el ya eterno grito, ¡Pedrooo!, porque, ya les digo, tiene siempre el espíritu en día de fiesta. Como si cada día le dieran nada más levantarse un Oscar o un Goya, vamos. Es temperamental y es sentimental. Es un cruce de reflexión y fiesta, una convivencia de algarabía y pensamiento, y por encima o por debajo de sus pocos años, hay un ser solidario y sincero, una mujer de tesón y compromiso que quizá no ha pensado nunca en cambiar el mundo, pero que sí piensa muy a menudo en que no quiere que el mundo la cambie. De toda esta espontaneidad han sabido sacar mucho partido Bigas Luna primero y Fernando Trueba después, que son los que la han cimentado aquí profesionalmente. Luego, Pedro Almodóvar la ha coronado y, en los ratos libres, ha trabajado con los mejores, desde Alejandro Amenábar a Fernando Colomo. Almodóvar se quedó sin nominación para los recientes Oscars cumplidos, pero ahí estuvo Penélope, que es un modo de estar nominado, y un premio en sí misma. Encima la han elegido entre las más elegantes.

El incendio que dice que va a apagar es ella misma, naturalmente.

JUEVES, 8

Fecha tan señalada la resume la modelo Laura Sánchez, antes de brincar a la pasarela de esta tarde: «Pues nada, aquí en Burgos, trabajando, como el Día de la Mujer».

VIERNES, 9

Se entregan los premios Kapital a gentes de la tele y la escena. Mi premio es entregar el suyo a Marta Robles. Luego hay otros galardonados como Laura Valenzuela, Ana Rosa Quintana, Patricia Pérez, Nati Mistral o Jordi Rebellón. A los postres, Mónica Randall me viene con Gonzalo Miró, porque Gonzalo y yo nos conocemos sólo de la tele, y eso no puede ser. Gonzalo me abruma de simpatías y me trae recados dulces de su jefa, Concha García Campoy. Gonzalo es un joven valor de la vida pública, pero alterna ya con capote y veteranía entre los reporteros crueles y las reinas de la audiencia. Le veo con tesón y modos, o sea, que me cae. Luego me pasan algunos chismes inconfesables de parejas de mucho linaje, que acaban siendo parejas de tres. Como siempre. La noche se eterniza entre copas penúltimas, boquitas pintadas y minifaldas anónimas. También como siempre.