DAVID SEATON
Israel ha alcanzado su independencia económica gracias a una política liberal que ha disminuido los gastos y reducido los servicios públicos.
El Israel triunfante de la Guerra de los Seis Días de 1967 era un país pobre, de pioneros espartanos, austeros e igualitarios. Los tiempos han cambiado. Gracias a unos miles de científicos e ingenieros, muchos de ellos inmigrantes de la extinta Unión Soviética, y al movimiento libre de capitales de la Nueva Economía, el Estado judío se ha transformado en un país rico.
Thomas Friedman, columnista estrella de The New York Times, cita a uno de los principales escritores de Israel especializados en economía, Sever Plocker, del diario Yedioth Ahronoth, según el cual «la economía israelí creció cerca de un 8% en el último trimestre de 2006. Las exportaciones del sector de alta tecnología se acercan a los 14.000 millones de euros y la Bolsa está en los máximos de toda su historia. Israel ha alcanzado su independencia económica». La Jewish Telegraphic Agency (JTA) atribuye estos logros a la política económica liberal del ex ministro de Finanzas Benjamin Netanyahu, quien disminuyó los gastos y redujo los servicios públicos.
Aunque Netanyahu ya no está al frente de la mencionada cartera, en la actualidad se sigue manteniendo el mismo planteamiento. Las rebajas presupuestarias consiguientes que comenzaron en 2002 incluyeron la supresión de las subvenciones a productos alimenticios, la disminución de las prestaciones dinerarias por hijos y unos requisitos más estrictos para tener derecho a la asistencia social. Todo ello ha tenido un coste, tal y como Sever Plocker siguió explicándole a continuación a Thomas Friedman, pues «prácticamente la mitad de la población no se beneficia de esta prosperidad. El índice de pobreza de Israel es todavía el más alto de Occidente con diferencia: un 24,4% de la población en su conjunto y un 35,2% de los niños son pobres».
Entre los ancianos empobrecidos se cuentan muchos de los supervivientes del Holocausto. La JTA citó a Noah Flug, que encabeza un grupo que representa a los supervivientes del Holocausto en Israel y calcula que aproximadamente una cuarta parte de los 250.000 supervivientes de los campos de exterminio nazis que hay en Israel viven en la pobreza. «Se presta una gran atención a los que murieron en el Holocausto, pero se olvidan los que sobrevivieron», manifestó Flug.
Quizás la consecuencia más peligrosa de la brecha social que se ha abierto entre los ricos y los pobres se haya puesto de manifiesto en la guerra con Hizbulá el verano pasado. Según informaciones de la JTA, «la gente con dinero abandonó el norte, donde estaban cayendo los cohetes, mientras los pobres tuvieron que quedarse en los refugios soportando los bombardeos». Si se extrapolara esta huida de los ricos a una guerra con Irán, infinitamente más peligrosa, entonces quizás, esos pocos científicos e ingenieros que producen la mayor parte de la nueva riqueza de Israel podrían deslocalizarse a otros ordenadores, en otros países y en sólo un fin de semana, sin que los clientes noten la diferencia.
La globalización puede ser un talón de Aquiles para Israel. Lo que el escritor político Michael Lind llama un conflicto de «Patria contra Plutópia».
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