Peter Hain, ministro británico para el Ulster, inició ayer la ronda de conversaciones con los líderes unionistas-protestantes y republicanos-católicos. Cuando aún no había acabado el recuento de votos de las elecciones generales celebradas el miércoles, ya se había entrevistado con Gerry Adams y a Martin McGuinness, líderes del Sinn Fein, y con el reverendo unionista Ian Paisley. A los tres les dejó claro su mensaje: o el próximo día 25 hay un gobierno de unidad o se disolverá la Asamblea surgida de las urnas y no se restaurará la autonomía ni, obvio, se devolverá el control de las instituciones.

Si hay acuerdo, ese gobierno contaría con cuatro miembros del DUP, tres del Sinn Fein, dos del UUP (Partido Unionista del Ulster) y uno del SDLP (Partido Socialdemócrata y Laborista). De lo contrario, se perderá esta «oportunidad histórica», según las palabras utilizadas ayer por Tony Blair, y el premier irlandés, Bertie Ahern, para alcanzar la paz que se empezó a fraguar el Viernes Santo de 1998.

Aquel acuerdo fue el principio del fin de 30 años de violencia en los seis condados que conforman Irlanda del Norte. Años en los que perdieron la vida 3.600 personas por la violencia entre el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y las fuerzas británicas y los paramilitares leales a la Corona. «Ahora es tiempo de que los políticos hagan su trabajo por primera vez en cuatro años», dijo Hain tras sus dos encuentros. «Es el momento de que Stormont funcione o se cierre», añadió el ministro en un claro ultimátum a las dos fuerzas mayoritarias.

A esas alturas el panorama ya estaba claro, aunque la asignación de los 108 escaños de la Asamblea se prolongó hasta entrada la tarde. El DUP obtuvo 36 diputados, seis más que en los comicios de 2003. El Sinn Fein, 28, cuatro más de los que obtuvo entonces. Ambas fuerzas aglutinan, con 64 representantes, el 59,2% de la Asamblea. Esto significa que los 696.538 electores que acudieron a las urnas -el 63,5% de los 1.107.904 censados- han radicalizado su voto y han dado la espalda a los partidos moderados. Los unionistas del UUP sumaron 18 escaños, nueve menos que en 2003. Los laboristas del SDLP, nacionalistas moderados, perdieron dos representantes y se quedan con 16. Como quinta fuerza está la Alianza, formación heterogénea donde tienen cabida católicos y protestantes, que obtuvo siete diputados. Quizá el reparto de escaños no tenga ya más que una importancia estadística. Ninguno de los actores implicados en este proceso tuvo ayer la menor duda de lo que han demostrado estas elecciones. Blair y Ahern realizaron en Bruselas una declaración conjunta en la que dejaron claro que «la restauración de las instituciones supone una oportunidad de proporciones históricas» para consolidar un proceso de paz sometido a continuos parones y sobresaltos. «El mensaje del electorado es claro», dijeron los tutores de la autonomía norirlandesa. «Tras años de frustración y decepción, [los ciudadanos] quieren que Irlanda del Norte avance hacia la construcción de un futuro mejor a través de las instituciones restauradas».

Pendientes de Paisley

Todo dependerá, como se ha dicho hasta la saciedad en las últimas semanas, del reverendo Ian Paisley, líder de los radicales del DUP y conocido como Mister No por su continuo rechazo a compartir el poder con el Sinn Fein, brazo político del IRA. Paisley tiene la mayoría, pero necesita contar con las otras fuerzas para formar gobierno. Y éstas han dado los pasos que Londres y Dublín marcaron el pasado 13 de octubre en la localidad escocesa de Saint Andrews para, primero, celebrar las elecciones, y, segundo, devolver la autonomía el próximo 26 de marzo.

El reverendo unionista considera que el hecho de que los republicanos reconocieran en enero a la policía norirlandesa y a las instituciones de Justicia -tal y como él mismo exigía- no es suficiente y reclama un arrepentimiento por todo lo que pasó durante los años anteriores.

Por el contrario, McGuinness, ex comandante del IRA, brazo derecho de Gerry Adams y, en teoría, segundo del futuro gobierno encabezado por Paisley, dejó claro ayer: «El Sinn Fein está listo para el reto. Estamos deseando ponernos a trabajar para atajar los muchos problemas sociales y económicos. El Sinn Fein está listo y no hay razón alguna para que eso no suceda en la fecha prevista. Afrontaremos las próximas semanas con una actitud positiva».