DAVID JIMÉNEZ. Enviado especial
PEKIN.-
Cuando Deng Xiaoping dio el pistoletazo de salida al capitalismo en China con su frase «hacerse rico es glorioso», difícilmente estaría pensando en Li Xin. El veterano funcionario comunista de Jining, en la provincia de Shandong, ha empezado a cumplir una condena a cadena perpetua después de que una investigación desvelara que estaba cobrando sobornos millonarios para mantener a sus cuatro queridas.
Ni las campañas del Gobierno ni las sanciones contra cerca de 100.000 funcionarios en 2006 han logrado detener el descontrol entre las filas del Partido Comunista, con miles de funcionarios y gobernantes aprovechando el desarrollo económico para amasar fortunas y subirse al tren del capitalismo por la puerta de atrás. La recuperación de la tradición de las concubinas, cuyo número solía ser el mejor baremo del poder amasado en la época de las dinastías, es el último ejemplo de una tendencia que amenaza con mermar aún más la legitimidad de un régimen que llegó al poder en 1949 enarbolando la bandera de la igualdad.
Un informe publicado en la prensa local aseguraba recientemente que el 95% de los detenidos por corrupción en el último año tenían una o más amantes. Cuando el pasado mes de septiembre se conoció la destitución por corrupción de Chen Liangyu, el responsable del Partido Comunista en Shanghai, los foros de la web se llenaron de internautas que se limitaban a preguntar por sus mujeres. «¿Es cierto que tenía siete concubinas?», preguntaba uno.
El primer ministro Wen Jiabao ha aprovechado la reunión anual del Parlamento para prometer el reestablecimiento de la honestidad dentro del régimen. El Gobierno desvelará el próximo martes nuevas iniciativas en este sentido, pero «resolver el problema de la corrupción a corto plazo es prácticamente imposible», según ha asegurado Gan Yisheng, del departamento disciplinario del Partido Comunista. Pero si las medidas del régimen no parecen haber logrado frenar los sobornos, al menos están forzando un cambio de actitudes, obligando a los funcionarios corruptos a ser más comedidos en la exhibición de sus fortunas. «Temen que los coches de lujo les identifiquen como corruptos», según Wang Hu, economista de la Academia de las Ciencias Sociales de Shanghai. Quienes han engordado sus cuentas ilegalmente prefieren estos días gastarse el dinero en fiestas en los clubes privados que han surgido como hongos en las grandes ciudades, en lujo, joyas y apartamentos adquiridos lejos de su zona de influencia, preferentemente en Hong Kong. La mansión, la concubina y el carné del Partido forman parte de una nueva generación de oficiales que prefiere disfrutar de su dinero sin llamar la atención.
El número de cargos ministeriales o máximos dirigentes provinciales arrestados el pasado año no superó la decena y de estos varios han logrado evitar la cárcel gracias a sus conexiones. El presidente Hu Jintao quiere despejar las dudas de los escépticos lanzando una nueva campaña que podría tener como objetivos dirigentes de mayor peso dentro del Gobierno e incluso a los usualmente intocables militares chinos. Hace un año, el vicealmirante Wang Shouye fue condenado a muerte -su sentencia fue rebajada a cadena perpetua- en la mayor operación anticorrupción jamás llevada a cabo dentro de las fuerzas armadas. Wang está acusado de recibir 16 millones de euros en sobornos, de los que cerca de ocho millones fueron encontrados en el microondas y la lavadora de sus dos casas de Pekín. Al indagar en su vida privada, los investigadores descubrieron también a una joven concubina que Wang había mantenido entre algodones en un apartamento de la capital.
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