RAUL DEL POZO
José Luis Rodríguez Zapatero, en el encuentro de españolas y africanas, se declaró feminista y agitó a las mujeres para que consigan lo imposible, mediante el trabajo, la obstinación y el amor, aunque esa palabra, según él, no sea corriente en los discursos conservadores. ¿Es que nuestro presidente es tan sectario que nunca se ha acostado con una chica de zona nacional?
La monogamia no es buen máster para el feminismo, excluir es enterrar; su tendencia al maniqueísmo ha condenado a la mitad de los españoles a la insensibilidad, al aborrecimiento ahora que vuelve a Madrid el hombre duro con el mástil y la divisa; la quevedesca oleada humana amenaza miedo, viene el español al que el gusano no pudo persuadirle de que vistiera su mortaja; y mientras, el presidente consolándose con las neo sufragistas.
Después de que pronunciara la palabra amor ha estallado un cachondeo. Le han llamado, irónicamente, lírico; le han acusado de cursi a bocajarro y le han inculpado por llevar en una mano la lira y en la otra el garrote, para darle al PP ahora que lo rodea, en plena marcha sobre Madrid, en vísperas de la pajarraca, la cacerolada sin ruido, el mogollón y la maraña. Vienen autobuses y banderas y ZP haciendo monólogos platónicos. Es que quiere ser baudeleriano todo el tiempo, sublime sin interrupción.
Tiene esa rareza de decir cosas infrecuentes en medio de la tronada, tal vez porque le fastidia citar los mismos tópicos que suelen pronunciar los políticos, y en eso hay que aplaudirle, porque nadie puede tener las mismas ideas que otro si de verdad tiene ideas. Hablar de amor en medio de la novena del odio, cuando Madrid es un piélago de señeras, parece una extravagancia de carmelita. Para un demócrata que no tenga que ganarse la vida con la demagogia, no hay más género que el género humano. Lo anunció el profeta de las Hojas de Hierba: «Yo soy el poeta de la mujer lo mismo que del hombre y yo digo que es tan grande ser mujer como ser un hombre y yo digo que no hay nada más grande que la madre del hombre».
Con la llegada en aluvión de las mujeres a la política, los hombres están a punto de convertirse en primeras damas. Los misóginos temían que las políticas, como las heroínas, se dejaran llevar por sentimientos fatales, superiores a ellas, pero se han equivocado. Ellas traerán por fin el realismo, abominarán de las abstracciones y serán pacifistas. Excepto las espartanas, es infrecuente que a las mujeres les guste que sus hijos mueran por la patria. Mandando los hombres, los patriotas han destruido tres veces Europa en el siglo pasado. El amor y la paz son productos de primera necesidad, y así lo enuncia el zapaterismo, esa enfermedad púber de la socialdemocracia europea.
Amor-paz contra patria-cárcel es su propuesta. ¿Por qué no lo ha dicho en el Congreso?
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