Mucho más próximo a la bohemia modernista madrileña que a los despachos donde se organizan las producciones cinematográficas, en cierta ocasión, con el sarcasmo que siempre le caracterizaba, declaró: «Ser guionista en España es como ser torero en Londres. Hace falta tener la humildad de Francisco de Asís, la capacidad de soportar el hambre de Gandhi, el sentido del honor de un hidalgo y una familia con dinero que te mantenga este hobby». Tal vez por ello, además de guionista, Beltrán fue poeta, cantante, torero y crítico taurino.

Colaborador de realizadores como Fernando Fernán-Gómez, Luis García Berlanga o Franceso Rosi, Pedro Beltrán llegó a Madrid desde su Murcia natal en 1950 y no tardó en recalar en las célebres veladas del Café Gijón. Allí comenzó a ganarse la simpatía de los contertulios como rapsoda de poemas políticos. Parece ser que el joven Beltrán memorizaba aquellos versos -que no los escribía- para no ir a la cárcel.

Aquellas tardes en el Gijón discurrieron en paralelo a sus primeras interpretaciones como actor en dramas taurinos como el mexicano Bajo el cielo de España (Miguel Contreras Torres, 1953) y comedias como Encuentro en la ciudad (José María Elorrieta, 1956). No obstante, la más celebrada de aquellas primeras creaciones de Beltrán fue el Fermín de Calabuch, que Luis García Berlanga dirige en 1956. Amigo del realizador valenciano, Beltrán también fue el sacristán de Los jueves milagro (1957) y el Roque de La vaquilla (1985), sin olvidar sus intervenciones más breves en El verdugo (1963), Tamaño natural (1974) y Patrimonio nacional (1981).

Entre quienes escuchaban al Beltrán en el Gijón se encontraba Fernando Fernán-Gómez. Al cabo de los años, habría de ser el actor y académico quien rodara el primer guión de Beltrán, El extraño viaje. Considerada por la crítica como una de las mejores películas de Fernán-Gómez, su asunto giraba en torno al cadáver de una mujer encontrado en una tinaja de vino en la Castilla profunda.

Aunque era aquél un relato criminal, no por ello carecía de ese humor cáustico, pesimista y corrosivo, que va del esperpento literario a Rafael Azcona. Fue precisamente en la estela de este último guionista en la que la crítica situó a Beltrán frecuentemente.

Tras escribir junto a Antonio Díaz Cañabate La corrida (1964), un documental taurino dirigido por Pedro Lázaga, Beltrán vuelve a la lidia -esta vez en clave de ficción y en colaboración con Ricardo Muñoz Suay- en El momento de la verdad. Dirigida por el italiano Francesco Rosi en 1965, fue aquél un acercamiento a esos jóvenes -tan representativos de mediados de los años 60- que pretendían redimirse de la pobreza encontrando la fortuna en el ruedo.

«Me aterra la parte industrial del cine, hasta tal punto que me destruyo y descorazono en los despachos de los productores», recordó al cabo de los años el escritor respecto a sus primeros guiones. «Después de participar en El extraño viaje y El momento de la verdad, pasó mucho tiempo sin que nadie, absolutamente nadie, me encargara un guión. La película de Fernán-Gómez tardó varios años en estrenarse, parecía que no existía. Y Francesco Rosi no era demasiado bien visto porque se le tenía por un sospechoso marxista».

Así las cosas, a Beltrán se le comenzó a considerar «un guionista intelectual» (sic) y se le quitó la adaptación de un sainete de Carlos Arniches en el que trabajaba. Los años difíciles no había hecho más que empezar. En ellos, el escritor se dedicó principalmente a la interpretación, mientras se convertía en todo un personaje en la Gran Vía madrileña y sus aledaños. Entre otras, entonces interviene en cintas como Las hijas de Elena (Mariano Ozores, 1963), Vamos por la parejita (Alfonso Paso, 1969) o ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? (Fernando Colomo, 1973).

Paralelamente a su actividad cinematográfica, la pequeña pantalla tampoco le fue ajena. De hecho, entre los mejores guiones de Beltrán, contaron los escritos para la serie de TVE El pícaro -en la que adaptaba a Mateo Alemán-, que Fernán-Gómez dirigió en 1974. No hay duda, Fernando Fernán-Gómez, quien definió a Beltrán como «un bohemio equivocado, que vive la bohemia cuando la bohemia ya no existe» fue el realizador con quien este polifacético guionista tuvo una mayor sintonía. Para él escribió Mambrú se fue a la guerra (1986).

«Cuando se hizo, ya llevaba ocho años sin conseguir que nadie se interesara por mis guiones», afirmó Beltrán en su momento. «La suerte no me ha sonreído con frecuencia. Sin embargo, todavía conservo la ilusión juvenil de escribir un guión». Tan singular como querido por ese Madrid que resiste a la muerte de la bohemia, bajo el título de Burro de noria fue reunida en 2003 una antología de sus poemas.

Pedro Beltrán, actor, guionista y poeta, nació en Cartagena (Murcia) el 20 de abril de 1927 y fue hallado muerto ayer en Madrid.