MARÇAL SINTES
Ruge la ira en las calles y plazas de Madrid, y de España entera.En el tablero de la política española ambos ejércitos se arremeten, se dentellan asilvestrados. Aun así no parece que vaya a saltar por los aires, digan lo que digan algunos. No nos hallamos en los años treinta y afortunadamente el nivel de vida, nuestra hoy consolidada democracia parlamentaria y la Unión Europea son diques demasiado altos y gruesos como para tumbarlos así como así. Mientras ayer los populares se manifestaban contra el presidente Zapatero, el Estatuto catalán, el Estatuto de la sangre, el sudor y las lágrimas, seguía aguardando su hora, varado en la última estación de su calvario, el Tribunal Constitucional.
Su destino se complica a cada hora. La toxicidad de la política española -producto del veneno que escupe el PP con ayuda de los incomprensibles errores y la grave inconsistencia de Zapatero- ennegrece más si cabe su horizonte. Al Estatuto lo van a ahorcar o lo van a guillotinar. No va a salir del Constitucional como entró. Ni mucho menos. Ni por asomo, vamos. Así lo aseguran al menos algunos expertos constitucionalistas y destacados políticos catalanes con plaza en la Villa y Corte a quien este periodista ha podido consultar en fechas recientes. No se sabe, por otra parte, cuándo va a producirse la sentencia del Constitucional ni, por tanto, con que peso de conservadores y socialistas. Desconocemos también si la decisión va a tomarse con un gobierno presidido por Zapatero o con un gobierno presidido por Rajoy. Si el TC resolviera con Zapatero en La Moncloa y con una mayoría socialista en su seno es probable que la sentencia fuera interpretativa, una interpretación que sería extremadamente restrictiva y que en los asuntos clave nos regresaría a la casilla de salida, esto es, al Estatuto del 79 y a la jurisprudencia acumulada, poco favorable a los intereses de Cataluña.
Resulta arriesgado intentar predecir cómo se lo va a tomar la sociedad catalana cuando vea que lo que sus representantes y los representantes del conjunto de los ciudadanos españoles han aprobado y ella ha refrendado se lo carga un tribunal. Por muy Constitucional que sea. Pese a que podemos intuir algunas cosas, tampoco sabemos qué van a hacer los partidos catalanes, ni nuestro gobierno o su presidente, José Montilla, quien se refugia en una buscada ambigüedad. No contamos por el momento, pues, con un plan serio y realista por parte de nadie. Hemos escuchado, eso sí, a Carod-Rovira llamando a las barricadas independentistas caso que el Tribunal Constitucional cause el destrozo que se prevé. Supongo que no pretenderá ERC ponerse al frente de la manifestación en defensa de un Estatuto contra el cual votó e hizo campaña, ¿verdad? Además: ¿No era ya Esquerra Republicana independentista? Otras voces yerran mucho más, por ejemplo las que apuestan por reformar la Constitución actual. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Alguien cree realmente que el nuevo texto iba a ser más sensible a la pluralidad de identidades que el actual? En absoluto. Sucedería justo lo contrario: una Constitución más cerrada, menos autonomista, más asimilacionista. Pretender desde Cataluña un cambio constitucional con el objeto de resarcirnos de lo que vaya a sucederle al Estatuto sería exactamente ir a por lana y salir trasquilados, muy trasquilados, que nadie lo dude.
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