Domingo, 11 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6293.
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Cada falta que ha cometido el poder se convierte en un ariete que contribuye a derribarlo (Concepción Arenal)
 CATALUNYA
Educación para la Ciudadanía
PARA EDUCAR A UN NIÑO HACE FALTA LA COLABORACION DE TODA UNA SOCIEDAD.PARA CREAR A UN BUEN CIUDADANO ES IMPRESCINDIBLE LA ESCUELA.ALLI ESTAN LAS HERRAMIENTAS INTELECTUALES NECESARIAS PARA ADQUIRIR ESE GRADO QUE NO OTORGA SOLO LA COSTUMBRE.
ANTONIO ROBLES

Desde siempre, la educación ha tratado de prepararnos para la vida, pero a menudo hemos fracasado en métodos y fines. Quizás porque ni siquiera sabemos en qué consiste la vida. Dos objetivos, sin embargo, son imprescindibles: el dominio de la naturaleza (para eso estudiamos desde lengua a matemáticas) y saber vivir en sociedad (no existe casi ningun área de conocimiento para conseguir este fin).Y sin embargo la nueva asignatura Educación para la ciudadanía ha levantado recelos y sospechas de adoctrinamiento gubernamental. Absurdos los reparos e insuficientes los medios dispuestos para su competencia frente al resto de áreas de conocimiento.

Debemos saber matemáticas para intercambiar mercancías, física para proyectar puentes, química para fabricar medicamentos, pero eso no nos sirve si somos incapaces de saber vivir en sociedad.Es mucho más importante saber establecer relaciones humanas, resolver conflictos, construir sociedades estables, justas y felices que equivocarse en la tabla de multiplicar. Y eso también se aprende.

Cuando nacemos ni nos apasiona un club determinado, ni tenemos tal o cual ideología, ni somos sectarios o tolerantes ni poseemos lengua, religión o nacionalidad alguna. Sólo venimos con una herencia genética que condiciona, pero no determina completamente nuestro comportamiento social. Los padres, el entorno y la religión han sido tradicionalmente quienes han conformado el alma social de los hombres. Y cuando se ha incorporado la escuela a finales del S.XIX, lo ha hecho con los rituales de la religión en rivalidad casi siempre y en detrimento muchas veces de los valores políticos ilustrados de las sociedades democráticas emergentes.

Ya no nos podemos conformar con mitos, costumbres o religiones, es preciso racionalizar comportamientos, acomodarlos al derecho, aprender a ser ciudadanos. Y es aquí donde parece necesaria una asignatura de Educación para la ciudadanía. La religión puede seguir siendo una apuesta individual, pero la ciudadanía es el destino de la humanidad regido por el derecho y la legitimidad.Hacer un uso social de la libertad requiere responsabilidad, empatizar, tolerar las ideas de los demás, comprender sus convicciones aunque no las compartamos, hacerse cargo de sus propias acciones y asumir sus consecuencias, respetar la autoridad democráticamente establecida, guiarse por el razonamiento y la palabra para resolver las discrepancias, buscar alternativas a las soluciones violentas de los conflictos, respetar las reglas de juego, guiarse por valores universales establecidos por el tiempo, como la honradez, la nobleza, la lealtad y enmarcar esas virtudes en la Constitución y los Derechos Humanos. No es una lista para ser buena persona, que también, es la forma como la persona se convierte en un ciudadano capaz de convivir en sociedad. No estoy diciendo qué es lo que hay que hacer, sino cómo nos hemos de comportar. Y no vale inhibirse.Si no educa la escuela, alguien lo hará por ella. En cualquier caso no hay que confundir inculcar valores con imponer ideologías.Un comunista y un liberal pueden guiarse por ideologías distintas, pero han de comportarse igualmente como ciudadanos; es decir, uno y otro han de respetar las reglas o hacerse cargo de sus responsabilidades sociales. Y esos valores les llevan a los dos a respetar el turno en la pollería del mercado. Por eso esta asignatura, Educación para la Ciudadanía, debe impartirse a todos los alumnos, incluidos los que han optado por la religión. Porque no se trata de adoctrinar a nadie, sino de enseñarle a ser un buen ciudadano. Tanto el que cree como el ateo habrán de vivir conforme a las reglas democráticas de nuestra Constitución y no hay mejor manera de respetarlas que conocerlas después de haberlas razonado y comprendido. El mejor ciudadano es aquél que acata la ley que todos juntos nos hemos dado y (o) a qué que la combate con los mecanismos que la misma ley tiene para su reforma.

No está, por tanto, en su existencia la sospecha de adoctrinamiento, pero podría estarlo en el método para impartirla. Quienes hayan de darla habrán de ser especialistas en ética y filosofía y consecuentes con su enseñanza. Lo primero porque no se trata de una asignatura María que cualquier profesor despacha con códigos morales de su cosecha. A menudo hemos comprobado que la asignatura de ética la han impartido personas que no han sabido distinguir entre su ideología y la responsabilidad de hacer reflexionar sobre valores. La consecuencia es que la fe o su ausencia, la ideología marxista o su contraria, el catalanismo y el nacionalismo del maestro se convierten en las coordenadas de la asignatura de marras. Y lo segundo, porque las enseñanzas de actitudes, hábitos y valores se transmiten mejor por empatía que por sermones. Difícilmente el alumno aprende a ser respetuoso con el ambiente si el propio profesor no apaga las luces de su clase a pesar del día radiante que entra por los ventanales.

Y con la escuela no es suficiente. La sociedad entera se tiene que conjurarse para que nuestros jóvenes se conviertan en buenoa ciudadanos. Tarea enorme a la vista de programas de televisión donde la forma de relacionarse es a gritos.

Antonio Robles es secretario general de Ciutadans.

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