Domingo, 11 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6293.
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Cada falta que ha cometido el poder se convierte en un ariete que contribuye a derribarlo (Concepción Arenal)
 CRONICA
METAMORFOSIS / DEL PULPITO A LA POLITICA
¿UN OBISPO, PRESIDENTE?
SE LE VINCULA con la guerrilla colombiana, con el venezolano Chávez. «¿Y con drogas?», dice él cáustico. Los sondeos en Paraguay dan a Fernando Lugo el 60% de los votos
RAMY WURGAFT. Asunción (Paraguay)

El hombre se rascaba las axilas, sentado en una caja de frutas, cuando nos vio atravesar la hilera de eucaliptos y cubrir la distancia -no más de 30 metros- que separa los acicalados jardines del palacio presidencial, del barrio de La Chacarita, el más pobre de Asunción. «Lisandro, para servirle», balbució, apoyado en los tablones de una choza, como si nuestra aparición le provocara vértigo.

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Enseguida, los vecinos que no dormían la modorra del mediodía, asomaron las cabezas por los ventanucos desportillados. Alguien regañó a los chicos que revolotean descalzos alrededor de la fotógrafa, haciendo morisquetas a la cámara. Qué se les perdió a estos ñibay [forasteros en el idioma guaraní], habrán pensado, para adentrarse en un tugurio donde no se aventura ni la Policía ni los empleados que fumigan la ciudad contra el brote epidémico del dengue.

«Somos periodistas. Queríamos averiguar sobre Fernando Lugo. A eso hemos venido».

Una chispa iluminó los ojos de Lisandro, que antes nos examinaban con una mezcla de recelo y estupor. «¿Don Fernando, el curita? Allá abajo, junto al río, está la escuela que él construyó con sus propias manos», dijo, extendiendo el brazo nervudo hacia el cauce irisado del Paraná.

El nombre del ex sacerdote en boca de unos extraños espabila a la vecina que con una mano sostiene a un bebé y con la otra ahuyenta a los mosquitos que forman una aureola en torno a su cabeza. «Buen hombre el padre Lugo. Un santo en vida. Habrá que ver si ahora que está en la política, no se convierte en otro de esos Judas que compran el voto por una garrafa de caña», dice la mujer.

La casa de Fernando Lugo no está allí sino en un barrio de clase media, al este de Asunción. El paraguayo de 55 años, famoso por ser el primer obispo en el mundo que opta a la presidencia de un gobierno -las elecciones están programadas para mayo de 2008- estrangula al periodista con un abrazo de oso, como si fuese un familiar al que no ha visto en años. Luego le invita a pasar a la salita donde cuelga la fotografía en que aparece rodeado de unos campesinos que estiran el pescuezo para no quedar fuera de foco.

PREGUNTA.- Se comenta que sus rivales políticos le han amenazado de muerte. Que sus ayudantes le han sugerido que contrate agentes israelíes para que le protejan.

RESPUESTA.- ¿Agentes israelíes? Ignoro quién escribió el guión de esa película. Bromas aparte, Paraguay está dominado por una mafia sin rostro, acuñada en la cima del poder. Por eso no descarto que estén tramando un complot contra mi persona. En un país así el riesgo de morir es una realidad que se debe tener en cuenta.

P.- Los que le acechan son pistoleros a sueldo del Partido Colorado [en el poder] y el presidente Nicanor Duarte Frutos es el genio detrás del complot. ¿Me equivoco?

R.- No tengo pruebas para afirmar que Duarte Frutos esté vinculado con la mafia, pero que la tolera, de eso no cabe duda. El partido del presidente lleva 60 años en el poder y se ha embrutecido hasta no importarle que a dos pasos de la sede de Gobierno exista ese bolsón de miseria por donde usted anduvo. Ningún gobernante con una grado mínimo de decencia o de pudor se atrevería a recibir a dignatarios extranjeros con semejante pústula reventando a un palmo de sus narices.

P.- Es un enigma que los vecinos de La Chacarita [y sus semejantes] se resignen a vivir así. ¿Por qué no se han rebelado?

R.- Porque aún recuerdan las atrocidades que se cometían durante la dictadura de Alfredo Stroessner. La política de mano dura sigue vigente. Pero ahora perciben que ha surgido una alternativa real de cambio. Esa nueva conciencia se refleja en las encuestas, que me adjudican en 60% de la intención de voto.

P.- No queda claro cuál es su situación frente a la Iglesia.

R.- En septiembre de 2005 renuncié al obispado en la diócesis de San Pedro para llevar una vida más tranquila. Llámele, la vida de un jubilado. A finales de 2006 hubo una gran movilización social contra el régimen y la gente acudió a mí, pensando en una nueva forma de liderazgo no contaminada con los vicios de la política tradicional. Fue entonces cuando solicité a su santidad Benedicto XVI ser suspendido de mis funciones episcopales.

P.- Una decisión difícil, después de vestir los hábitos tanto tiempo.

R.- Cómo no habría de serlo si han pasado 30 años desde que me ordené sacerdote... [los ojos de Lugo se humedecen]. La despedida fue dolorosa porque no estuvo precedida por un crisis de fe como les sucede a otros. Pero ya había cruzado el Rubicón. La política, si es limpia, representa la manifestación más sublime de la caridad.

R.- Dicen que entre los pliegues de la sotana rústica que recién nos mostraba se esconden las ambiciones de un político igual o peor que los demás: vinculado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y títere de Hugo Chávez, que lo eligió como instrumento para extender la revolución bolivariana a Paraguay...

P.- Se le olvida mencionar que recibo dinero del narcotráfico -ironiza- y que promuevo la ocupación ilegal de tierras por medio de una supuesta guerrilla campesina. En Paraguay la difamación es la forma más común de hacer política. En cuanto a Chávez, no lo veo como la encarnación del mal pero tampoco como el redentor de Paraguay. En todo caso, son los venezolanos los que deben juzgarlo.

P.- Usted ingresó al noviciado del Verbo Divino a los 19 años. ¿Cómo fue su vida hasta entonces?

R.- Como la de cualquier otro muchacho. Me divertía sanamente con mi grupo de amigos. Los deportes, la lectura y la música, folclórica o moderna, eran mis pasatiempos favoritos. Fui profesor rural en la región de Itapuá, una de las más atrasadas del país. Y en esa etapa sentí que Dios entraba en mi vida.

P.- ¿Cómo hizo para ganarse la confianza de la gente?

R.- No me fui de misionero a Ecuador para impartir los dogmas trinitarios o salvar a los idólatras del infierno. Si los jóvenes de la diócesis de Bolívar me aceptaron fue porque les ayudé a ganar el campeonato de baloncesto y porque sabía interpretar con la guitarra sus temas preferidos. Algunos de mis discípulos han llegado al Parlamento ecuatoriano.

P.- ¿Cómo recuerda su infancia en la ciudad de Encarnación?

R.- Recuerdo los atardeceres, cuando el río Paraná se cubría de un manto de oro. Pero también la angustia de una familia de disidentes políticos perseguida bajo el régimen de Stroessner. Éramos cinco hermanos, de los cuales tres fueron deportados tras haber sido torturados. Mi padre, que compaginaba sus tareas de agricultor con las de juez de paz, estuvo 15 veces en la cárcel.

P.- Sus superiores le enviaron a cursar estudios a Roma. Me parece que a usted le decepcionó la ciudad de los Papas.

R.- Decepción no es el término. Me abrumaba el peso de lo canónico, lo dogmático. Esos librotes pesados y polvorientos... Pero los latinoamericanos creamos un foro de estudio. No digo que los estudios formales fuesen improductivos, pero aquella cátedra nos permitió mantener intacta la fe y forjar un compromiso social con nuestros pueblos.

P.- Si para mantener la fe hace falta un marco alternativo de estudios, será que la Iglesia atraviesa una crisis.

R.- Yo diría que la Iglesia está sumergida en la perplejidad, como casi todo el mundo. Si al ciudadano común le cuesta adaptarse a la aldea global o a las nuevas tecnologías, imagine una institución milenaria. Pero basta abrir los periódicos para ver que gran parte de las denuncias contra el atropello de libertades, la corrupción y la apatía de los gobiernos frente a la miseria, brota del púlpito de las iglesias.

P.- Eximido de sus votos eclesiásticos, ¿piensa casarse?

R.- En la vida nada se puede descartar, pero los tiros no van en esa dirección. Después de cinco años en la presidencia, si Dios quiere, mi anhelo es retirarme a una vida más contemplativa.

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