JOSÉ ANTONIO MARINA / Filósofo
El ingenio, la gracia, el sentido del humor son fenómenos que me han fascinado toda la vida. Freud, a quien no se le escapaba nada, escribió un libro sobre la comicidad, titulado «El chiste y su relación con el inconsciente». Consideraba que la comicidad devalúa las cosas y se basa en
una cierta anestesia afectiva. Todos nos reímos cuando alguien resbala y cae, como en las películas cómicas del cine mudo. Pero al final de su vida, escribió un delicioso artículo sobre el sentido del humor. Frente a la crueldad de la comicidad, el humor era compatible con una gran ternura hacia los demás y hacia uno mismo. Como ejemplo contaba una anécdota de la que
José Luis Coll podría haber sido autor. Camino del patíbulo, el condenado pregunta a su guardián: «¿Qué día de la semana es hoy?». «Lunes». « ¡Pues sí que empiezo bien la semana!», comenta el reo. He recordado este asunto porque José Luis Coll me parecía una persona entrañable y tierna. En un momento en que las televisiones están llenas de cómicos de tres al cuarto que siguen repitiendo bromas y parodias más propias de una función de fin de curso en un colegio que de un gran medio de comunicación, recuerdo con nostalgia a Coll, cuyo «Diccionario» comenté en uno de mis libros. Recuerdo todavía algunas de sus definiciones: «Pateo: que niega la existencia de Dios con los pies». «Avuelo: padre del padre de las aves». Era estupendo.
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