Domingo, 11 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6293.
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 CRONICA
Montserrat Corulla
LA «OPERACION MALAYA» ASUSTA A SUS AMANTES
CONSUELO FONT

Esta semana, el empresario Gonzalo Muñoz, quien saltó a la palestra por su noviazgo con Alicia Koplowitz, y era actual pareja de Montserrat Corulla, encarcelada en la primera fase de la operación Malaya como testaferro de Juan Antonio Roca, el cerebro de la trama de corrupción marbellí, remitía una carta a EL MUNDO. En ella puntualizaba: «No estoy casado con doña Montserrat Corulla, ni soy su compañero sentimental». Era una forma de comunicar públicamente lo que hace días venía reiterando en su círculo de amigos.

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La noticia de su boda se había extendido como la pólvora, y muchos le llamaban para felicitarle. Se quedaban estupefactos cuando Muñoz respondía: «No sólo no me he casado con Montserrat, sino que hemos roto».

La sorpresa era mayor si cabe, por cuanto el empresario no sólo permaneció junto a Montse durante los cinco meses que duró su encarcelamiento en la prisión de Alhaurín de la Torre, sino que cuando salió en libertad bajo fianza de 60.000 euros, el 4 de septiembre, reanudaron su relación. Incluso estas Navidades ambos pasaron unos días en la finca que Muñoz posee en Sudáfrica.

A muchos sorprendió que el juez dejara viajar al extranjero a Corulla, dada su situación de libertad condicional, pero según apunta una fuente cercana al caso «parece que Corulla pudo alegar que se trataba de su viaje de luna de miel».

LA BODA.

Una boda que en el entorno de Muñoz se daba casi por segura. ¿Pensaba la pareja casarse en Sudáfrica o fue una argucia para que el juez permitiera a Montse salir de España? ¿Qué ocurrió súbitamente para desencadenar la ruptura? Todo apunta a la reciente decisión del juez de levantar el secreto de sumario.

En dicho sumario, al que ha tenido acceso Crónica, aparece la transcripción de las conversaciones mantenidas por Corulla con su teléfono móvil, que fue intervenido por la policía los meses de febrero y marzo de 2006. En ellas se puede comprobar que Montserrat, además de con Gonzalo Muñoz, mantenía una relación paralela con un individuo que, según ha podido averiguar este suplemento, es un ganadero de la alta sociedad sevillana, casado, cuyas iniciales responden a I.G.S.D. Asimismo, se desprende de las cintas que Corulla parece tener una amistad bastante estrecha con un sudamericano, con un político madrileño llamado Alberto con el que almuerza asiduamente, y con un ex-novio suyo, un tal Agustín, entre otros.

Pero la única relación sentimental fija, además de con su novio, Gonzalo Muñoz, la mantiene con el ganadero, Ignacio en el sumario. Él la llama «gorda» o «mi novia» , le pregunta continuamente «¿me quieres? y le dice «no aguanto más sin verte» y otras intimidades. Corulla, que se dirige a él como «mi amor» , le dice «te quiero», «me esperarás» o «estaba pensando en ti, amor».

De dichas charlas se desprende que Montserrat proyectaba casarse con Gonzalo Muñoz, cosa que sacaba de sus casillas a su amante. El 29 de marzo de 2006, en vísperas de la detención de la abogada, que iba a pasar esa Semana Santa en Miami con Muñoz, el tal Ignacio mandó un sms a Corulla, diciéndole «cuando pienso que te vas a casar, me entra una mala leche, amor». Incluso la emprende contra Muñoz, con la complicidad de la propia Corulla. El lunes, 27 de marzo de 2006, Montserrat e Ignacio intercambiaron al menos 15 sms en los que Muñoz no sale bien parado.

También le engaña a él, según demuestran las conversaciones telefónicas. Por ejemplo, el fin de semana del 11 y 12 de febrero de 2006 que Montserrat pasó con el tal Ignacio en el hotel Alhambra Palace de Granada, hace creer a su novio que está en Madrid, pasando el domingo con su familia, ante las protestas de éste porque no le coge sus llamadas.

El 10 de marzo le dice que tiene una firma en Marbella, y cuando Muñoz le pregunta si regresa esa noche, ella responde que se queda para cenar con un matrimonio amigo que vive en Sotogrande. Posteriormente en conversación con una amiga, le confiesa que con quien se vio, y algo más, fue con Ignacio.

La relación entre Gonzalo Muñoz y Montserrat Corulla se inició hace poco más de un año, cuando ella, una abogada de sólo 34 años estaba en el pináculo del triunfo. Había entrado a trabajar en el despacho de abogados Sánchez Zubizarreta-Soriano Pastor, donde se fabricó supuestamente el entramado societario a través del cual se ocultaba y blanqueaba el dinero obtenido ilícitamente por Roca. Cuando la conoció Muñoz, a su belleza morena unía su condición de administradora única y consejera en varias sociedades inmobiliarias, que movían muchos millones de euros.

CON CHOFER.

Con despacho propio, chófer y secretaria, había adquirido un piso de 300 metros en la selecta calle Eduardo Dato de Madrid, que estaba decorando Pascua Ortega, y tenía un chalé en Marbella. Era clienta de las boutiques más caras de la capital, como Prada o Dior, y asidua a restaurantes elitistas, tipo Jockey o el Ritz.

Con estas credenciales, no le fue difícil enamorar a un adinerado sesentón, todavía atractivo, como Gonzalo Muñoz, propietario de la firma Expomueble y consejero de otras múltiples sociedades. Junto a él, la vida de Montse entró en una órbita casi sideral: escapadas a Florencia, estancias en la finca que el empresario posee en Sudáfrica, o en su residencia de Miami... Muñoz, todo un caballero, colmaba a Montse de atenciones. Incluso le prestó unos días su espectacular Ferrari para que «fardara de coche». Pero las desgracias nunca vienen solas. A la cárcel y a su declive profesional, Montserrat Corulla une ahora el haberse quedado «compuesta y sin novio».

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