Domingo, 11 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6293.
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Cada falta que ha cometido el poder se convierte en un ariete que contribuye a derribarlo (Concepción Arenal)
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MI SEMANA /
Jaime Peñafiel

La última cacería

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Han transcurrido ya 32 años de la muerte de Franco. Pero bastantes de los que llenaban, el pasado lunes 5, el anfiteatro de la Casa de América de Madrid, antiguo Palacio de Linares, con motivo de la presentación del magnífico libro de Hugh Thomas Barreiros, el motor de España, algo o mucho tuvieron que ver con el general. Aunque el tiempo es un gigante de ingratitud, que dijo alguien, como personas bien nacidas y, como tales, agradecidas, allí estaban todos en torno a Mariluz, la dinámica heredera e inspiradora de la obra sobre su padre, el hombre que, como dijo en su discurso lord Thomas «fue un conquistador no de pueblos sino de mercados». El paso de 30 años ¡ay, tiempo, tiempo cruel!, a veces, es demoledor para algunos, excepto para los grandes hombres como Barreiros, ya que no ha logrado borrar su huella. Para otros, como la duquesa de Franco, tampoco. A lo largo de su prolija intervención, con críticas a Franco que, estando presente su hija Carmen, no dejaba de tener su relevancia, Hugh Thomas se refirió, por dos veces, a las famosas cacerías de perdices de Eduardo Barreiros sin saber, posiblemente, que él fue quien organizó la última del franquismo, a la que estuve invitado por mi amistad, y porque él sabía la relación profesional que yo mantenía con el famoso cirujano sudafricano Christian Barnard y su entonces esposa, la bellísima Barbra, en cuyo honor se celebraba. Confieso que la cacería me interesaba, sobre todo, porque, entre el reducidísimo grupo de cazadores se encontraban los marqueses de Villaverde. Aquellos días, 16 y 17 de octubre de 1975, ya había empezado la cuenta atrás, el principio del fin. Los otros invitados eran los habituales: Alfonso Fierro, Manuel Arburúa, Celso, hermano de Eduardo, y algún otro que lamento no recordar.

Van a venir a por nosotros

Aunque en Madrid ya se sabía que Franco no gozaba de buena salud -nadie se creía lo del proceso gripal de los primeros partes médicos- la presencia de los marqueses de Villaverde podía atajar cualquier especulación. He llegado a pensar si el motivo de la invitación a la cacería por Eduardo Barreiros, tan ligado entonces al clan familiar de El Pardo, se debía a una maniobra de distracción, fríamente calculada: en el país no pasaba nada, todo continuaba siendo normal. «El que yo esté aquí, cazando, con estos amigos demuestra que no hay motivo de preocupación alguna», me diría Carmen Franco en uno de los descansos de la batida de perdices. Su esposo, el marqués, no parecía pensar igual porque, de repente, arrebató el fusil ametrallador que uno de los guardias civiles de la escolta llevaba colgado al hombro. Me sorprendió la pasividad del agente, dejándose quitar el arma, algo que el reglamento sanciona como falta grave. Me aterrorizó ver al yernísimo disparando con rabia todo el cargador sobre un blanco de piedra caliza, al tiempo que decía, para que todos pudiéramos oírle: «¡Hay que estar preparados! Van a venir a por nosotros, pero lo que es a mí...».

En aquel momento, con el terrible y revelador espectáculo del marqués empuñando una metralleta supe que la dictadura agonizaba, que sólo era cuestión de días. Era viernes 17 de octubre; el sábado 18 Franco se levantó y se encerró en el despacho para escribir su testamento. Fue el último día. El domingo, a las 6 de la mañana, sufrió una fuerte crisis de extrasístole. En un momento dado, exclamó: «Esto se acaba». He aquí la breve historia de la última cacería del franquismo, organizada por aquel «motor de España» que fue Eduardo Barreiros.

Mohamed VI y la «Mudawana»

El 10 de octubre de 2003 el rey de Marruecos anunciaba su iniciativa para reformar el Código de la Familia, conocido también por la Mudawana, que serviría para «poner fin a la indignidad» sobre la mujer, colocando al país, junto a Jordania, a la cabeza de las naciones árabes defensoras del Islam compatibles con la modernidad, suprimiendo el matrimonio pactado y permitiendo que la mujer pudiera solicitar el divorcio. Gracias a esta reforma, el mundo occidental no sólo pudo conocer a la prometida del Rey, Lala Salma, una bellísima joven, ingeniera informática de profesión, sino también ser testigo de su boda y del nacimiento de sus hijos, el heredero Hassan, en mayo de 2003, y Lala Jadiya, el pasado miércoles. Gracias a esta indiscutible apertura, la esposa del rey se ha aproximado al pueblo, abriendo la intimidad de su palacio de Rabat, vistiendo vaqueros o ropa típica marroquí, en una jornada familiar con su esposo y su hijo, el heredero.

El rey de Marruecos, a diferencia de las monarquías europeas, ha entendido que la Jefatura del Estado nunca es bicéfala. Sólo existe el rey como tal y no los reyes. Para ser coherente con este principio, designó a su esposa princesa y no reina. Al igual que en los países en los que la Jefatura del Estado la ostenta una mujer, la reina (Inglaterra, Dinamarca y Países Bajos). En estos casos, el esposo es, simplemente, el príncipe pero nunca rey. Algo tendrán que decir las feministas sobre el particular. Por todo ello y otras cosas más, el rey Mohamed VI empieza a caerme bien.

CHSSSSS... Siempre pensé que la jovencita sería famosa a más temprana edad que lo fueron su madre y su tía; antes que ellas, también, sería objeto de la prensa más canalla; asimismo, vendería más exclusivas y se enamoraría y tendría más rollos sentimentales que ellas. De seguir así, superará en escándalos a ambas, a su madre y a su tía. ... Tener siete hijos de cinco mujeres diferentes puede ser una locura y arruinarte tu vida, salvo que, entre ellas, se lleven bastante bien, «lo que ha hecho todo mucho más sencillo», como ha reconocido él, a diferencia del rey Hussein de Jordania, quien, al preguntarle por su vida, me respondió: «Imagínese, tengo 11 hijos de cuatro esposas». Ya saben cómo terminó todo: de Noor y de sus hijos, jamás se supo. ... Quién es esa importante mujer que todos los días se mira en el espejo de la Reina. Por sus zapatos la conoceréis. ... Constitucionalmente, los jueces no pueden controlar al Rey, quien es irresponsable ante la ley. Ahora, los nacionalistas vascos exigen que sus señorías no controlen, tampoco, a los políticos. ¡Qué país, Miquelarena, qué país! ... En el mundo existen tres famosas Paquitas: la de Mónaco, la del Barrio y la de Comisiones Obreras, hermana de quien fuera, durante años, el cuñado de hecho, aunque no de derecho.

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