Pero lo particular, el recital de Messi, no logró enmascarar la cuestión general, lo anodido de este Barça. Rijkaard sorprendió a todos apostando de nuevo por el dibujo 3-4-3. Y en esta ocasión, se equivocó. «En los anteriores partidos este sistema había funcionado muy bien, el equipo está convencido de que puede jugar así», comenzó defendiendose el holandés. Luego, cedió: «Hoy [por ayer], mirando los goles que hemos recibido, he visto al equipo un poco desorganizado. Eso puede pasar con cualquier sistema, pero sí hemos recibido demasiado rápido los dos goles y eso me hace pensar» sobre la validez de tan arriesgado planteamiento.

«Para mí no cambia nada jugar con cuatro defensas o tres», arropó Thuram a su entrenador. El francés, viejo marinero curtido en los mares más crispados, volvió a ser el elegido de Rijkaard para ocupar la posición de único central. Esta vez, falló mucho más que en Liverpool. También porque sus compañeros anduvieron mucho más desubicados, nerviosos e imprecisos, y porque Oleguer decidió en el minuto 44 que no le apetecía jugar.

«En la segunda parte, la idea era tratar de ocupar la zona que había dejado Oleguer y seguir con la misma formación [3-4-3]. Eso nos desgastó mucho físiciamente, al menos a mí y a Iniesta, que corrimos por todas las zonas», se lamentó Márquez. El mexicano estuvo entregado, pero volvió a completar un partido horripilante, con fallos preñados de falta de confianza. El zaguero negó tal extremo: «Me encuentro bien. Quizá falle en la segunda parte, pero eso lo achaco al cansancio. En el primer tiempo me sentí muy bien».

Al final, la plantilla azulgrana dio por buena la igualada. «Teniendo en cuenta el partido, puede tenerse por un éxito», concluyó Rijkaard.