RADOMIR ANTIC
El orgullo de los profesionales, el espectáculo de ritmos altísimos, la catarata de goles y el envidiable ambiente previo en las gradas superan dos planteamientos frustrados. El empate tiene la bondad de ofrecer agarraderas a los dos rivales, que coincidirían en otro aspecto: pueden quejarse de no haber aprovechado sus oportunidades, que es como reconocer su decepción. Especialmente el Real Madrid, favorecido desde el diseño táctico del contrario.
Debilidad. El conjunto blanco se enfocó completamente para aprovechar la evidente debilidad de la defensa trazada por Rijkaard, cuyo sistema se encuentra muy en entredicho. Regala la banda izquierda, Thuram desconcierta en el centro del trío de retaguardia y Puyol alcanza niveles de nerviosismo e inseguridad sin precedentes en su carrera profesional. El esquema del Barça, una vez más, ha sacrificado jugadores creativos en el centro del campo, Iniesta, Deco y Xavi, que nunca tuvieron la posición para desarrollar su mejor fútbol.
Milagro. El sistema debe pensarse en función de las cualidades futbolísticas de cada una de las piezas, y en la defensa se observa una tremenda fragilidad. Pertenece a la categoría de los milagros la no victoria visitante. El milagro claramente responde al nombre de Messi, en la primera parte favorecido por la errónea interpretación de Torres, que se cerraba al interior y ofrecía demasiado espacio a su par.
Consecuencias. El tanto del argentino, el empate, pertenece a otra dimensión. Lo fabricó, apagó la amenaza de incendio y concedió a su equipo la posibilidad de reflexionar con relativa serenidad sobre sus numerosos males. Messi censura la felicidad blanca, puesta en bandeja. El Real Madrid gozó de un regalo defensivo en el primer gol de Van Nistelrooy, tuvo angustia pese a jugar el Barca con 10 durante mucho tiempo, se encontró con que el técnico rival prescindía de su segundo activo en peligrosidad en la primera mitad y se posicionó tres veces por delante en el marcador. Ni así.
Recuperación. Incapaz para materializar las ocasiones creadas, se mostró, no obstante, concentrado en sus ocupaciones, más o menos brillantes. Sobresalió Guti, el jugador más decisivo y que mejor supo leer el partido, en la recuperación, en la salida del balón y en la conducción del contraataque, el fulgor visitante. El Real Madrid, pese a dominar la media, y acumular muchísimos efectivos en su misma frontera del área, no concedió un solo tiro de falta al Barcelona, donde intimida ese Ronaldinho por lo demás deprimido.
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