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Cada falta que ha cometido el poder se convierte en un ariete que contribuye a derribarlo (Concepción Arenal) |
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CRISIS ANTITERRORISTA / La gran protesta |
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«Si tienes cojones, convoca elecciones» |
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RAUL DEL POZO
Una espesura de pendones, una riada de trapo, una rambla de amapolas desmayadas, un desbordamiento de banderas en las que flameaba el toro de Osborne, las banderas sin el águila de San Juan, las banderas constitucionales izadas por batallones civiles. La fiel infantería del PP desembocó en Madrid, como una anegación humana, para dar jaque al Gobierno de Zapatero, enrocado en el Puente de los Franceses. No temáis, no eran los marineros de Cronstad. Una fronda de banderas rojigualdas, antes de Franco, después la del estanco y de los fachas (que se izaron por orden de Carlos III para que nuestras naves de guerra no se confundieran con otras en la mar), se vertieron en Madrid, y a las siete y media fuéronse y no pasó nada. No fue la marcha sobre Roma, ni la segunda entrada de los nacionales. Pidieron a Zapatero urnas anticipadas en pareados chuscos: «Si tienes cojones, convoca elecciones».
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Antes, en épocas heroicas, las banderas de cada tercio llevaban la cabeza amarilla y el aspa de Borgoña en rojo y los capitanes ordenaban: «Señores a cenar con Cristo, o a Constantinopla». Ahora, la política es la metáfora de las guerras antiguas y no se cuentan los muertos, sino los votos, uno a uno, como cuando se vendimia.
Un camarero del Atleti y del PSOE que observa la manifestación desde la puerta del Hotel Villamagna me dijo: «Han pinchao. Yo he visto pasar todas y ésta no es la más grande. ¿Por qué no nos dejan a nosotros aparcar y por primera vez han permitido que dejaran autobuses en la Castellana?». Antes, a mediodía, vi llegar desde Castilla la caravana de autobuses por el Alto de los Leones, y no eran tanques. Un hombre, una bandera; una mujer, una bandera; niños bandera; motos con bandera; más de 1.000 autobuses congregados a un botellón burgués, sin malos modos, sin gritos, sin amenazas. En un día de marzo ventoso y clarísimo la gente se cita a la manifestación como si fuera a una corrida. La derecha ha perdido la vergüenza. Los concejales, las pijas y los podólogos ya no se sofocan por llevar la bandera española. No vi canis, ni pelones de corte, ni perdonavidas; nada de derecha gótica, no hubo ayer nada carolingio, ni flamígero. Iba a la cabeza un señor barbón y moderado de provincias con chupa verde llamado Mariano Rajoy que, al final, dijo que el armisticio que quiere el Gobierno es la paz de los canallas y que ETA no busca la paz, sino la victoria. Rajoy no es un político bárbaro, ni un jabalí. Le hicieron bailar Libertad sin ira, pero el discurso fue medidísimo. La gente del presidente del PP me comenta: «Manifestación sin un pero, sin un insulto, una fiesta, muy bonita, genial, la mejor organizada de todas». Un portavoz de Moncloa me dice: «No hay ni más ni menos gente que en las anteriores. Es una vergüenza que haya pancartas pidiendo cadena perpetua. El PP ha retrocedido, se ha radicalizado, ganaron las elecciones con las banderas blancas del centro y ahora se dejan acompañar del facherío». Madrid ayer era una oda coral que recibió a medio país, en la más grande manifestación que hemos visto, según fuentes del PP. Desde la Puerta de Alcalá, donde le dieron el tiro a Dato, donde hay aún señales de balas de cañón de otros tiempos a la Estatua de Colón, pasando por el carro tirado por leones de Cibeles, el Madrid de Sabatini recibió gentilmente a los españoles del siglo XXI. La Historia de España empieza o termina siempre en Madrid, la frontera entre el románico y el mudéjar, la raya entre las cadenas y la libertad, por donde pasan las revoluciones y las contras. Un dirigente del PP me comenta: «Hemos sacado más gente que nunca contra el Gobierno más radical de la democracia». Se sentían ultrajados con la política de Zapatero y están contentos con el tono de la manifestación, aunque preguntan: «¿Y qué pasa si hubieran surgido 100 fachas entre dos millones de demócratas? El PP hoy canaliza el cabreo antidemocrático; eso nos tienen que agradecer».
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