Brad Delp, cantante del grupo Boston, fue encontrado muerto ayer en su casa de Atkinson, New Hampshire, tras recibir los servicios de Urgencias una llamada alertándolos. La policía de la localidad, que investiga el fallecimiento, ha descartado a través de su portavoz, el teniente Willian Baldwin, que se trate de un crimen, añadiendo que el vocalista se encontraba solo en su casa cuando los agentes encontraron su cuerpo.
Boston vendió millones de copias durante los años 70. En Estados Unidos, su nombre fue sinónimo de éxito. La banda ejerció como paladín del A.O.R (Adult Oriented Radio, esto es, música domesticada, concebida para radiofórmulas afines y compradores poco dispuestos a dejarse sobresaltar por el primitivismo del viejo rock'n'roll).
Su sonido pasteurizado los transformó en el modelo perfecto para amenizar veladas familiares. Todo en Boston sonaba medido. La fórmula despachaba discos con voracidad y unió fuerzas junto al infausto rock sinfónico, pesada digestión de superinstrumentistas, para destartalar un género podrido de estrellas infautadas, giras mastodónticas, músicos con ínfulas de realeza y espectáculos que habían arrumbado la poesía en beneficio del circo. Sólo la irrupción de talentos como Bruce Springsteen, con su reivindicación del rock negroide y callejero, o la llegada del punk y la new age, salvaron la escena, pero hasta que salieron al escenario Patti Smith, los Ramones, Talking Heads, Television, los Pistols o los Clash, los 70, al menos a nivel comercial, pertenecieron a grupos como Boston.
Fan declarado de los Beatles (en los últimos años, y a modo de divertimento, Delp lideraba en sus ratos libres una formación que versioneaba los éxitos de los Fab Four, Beatles Juice), había conocido a Tom Sholzt, futuro compositor principal, guitarrista y alma máter de Boston, a finales de los 60. Ahora es imposible no recordar éxitos como More than a feeling, Long time y Peace of mind: música enlatada para un país atormentado, que salía de Vietnam anhelando somníferos que amortiguasen la pérdida, lejos de los Hendrix, Jim Morrison y demás sacerdotes del caos y la utopía que oficiaron durante la década precedente. En una deflagración implacable, el rock pasaba de emular a Robert Johnson y soñar con Rimbaud a fabricar melodías aptas para anunciar automóviles o pólizas de seguros.
Boston, primer disco del grupo, fue editado en 1976 y, a pesar de unas críticas adversas, coronó las listas del año despachando más de 17 millones de copias sólo en Estados Unidos. El grupo se embarcó en una gira triunfal, llenando estadios a su paso. Don't look back, de 1978, fue otro enorme éxito, pero tras su publicación, el grupo demandó a su discográfica, abriendo un parentésis de casi ocho años hasta la edición del siguiente disco.
Junto a otro de los miembros del grupo, Barry Goudreau, Delp creó una formación paralela, Orion the Hunter. Desde entonces, su actividad junto a Boston pasó a un segundo plano, un periplo guadianesco que finalizó en 2002 con la edición de Corporate America, último disco del conjunto.
Las cualidades vocales de Delp, capaz de alcanzar registros imposibles y aplicado currante en el estudio, ha sido elogiada por sus ya ex compañeros. «Hemos perdido a una de las mejores personas del rock and roll», comenta la página web oficial del grupo estadounidense; «El hombre con la voz de oro», añade.
En una época dominada por productos diseñados en los despachos de las discográficas, Delp abandona la escena con el marchamo de hombre bueno y artista menor, pionero en facturar la insípida papilla que domina hoy las listas de los más vendidos. También le cabe el honor, dicho sea de paso, de haber sido uno de los primeros artistas que ejercieron acciones legales contra una discográfica, o al menos uno de los pocos pertenecientes a la primera división que pleiteó para conquistar una libertad creativa coartada por la avaricia de las compañías. Mucho antes de que Prince se autodenominase «esclavo» y pasara a una lucrativa clandestinidad, Delp peleó por su independencia.
Suprema contradicción, su música resultó el mejor aliado para el status quo gerontocrático, políticamente correcto y profundamente aburrido que, con honrosas excepciones, coloniza las ondas.
Brad Delp, cantante y guitarrista, nació en Boston (EEUU) y murió el 10 de marzo de 2007 en Atkinson (New Hampshire, EEUU), a los 55 años de edad.