Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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CRONICA HISTORICA
Las golondrinas de Santa Madrona
Cada 15 de marzo llegan las primeras en homenaje a la copatrona de Barcelona / El diablo intentó volar Montjuïc para destruir su ermita / Protectora de marinos, parturientas y casamenteras, también era invocada contra la sequía
ROGER JIMÉNEZ

Afirma la tradición que santa Madrona era barcelonesa y que su padre, al enviudar, se fue a establecer en Salónica. Allí contrajo nuevas nupcias, pero la madrastra no mostraba el menor afecto hacia la joven, quien decidió entrar a servir en una familia.La señora de la casa, que era muy fanática, descubrió que Madrona era cristiana, y para evitar que asistiera a misa la ató y golpeó con gran dureza. Pero un ángel bajó del cielo, desató a la muchacha y la acompañó hasta la iglesia. Cuando la mujer advirtió que había ido a misa, la ató de nuevo y la apaleó con tanta furia que acabó por matarla.

Según las creencias, los cristianos de Salónica peregrinaban para rendir culto al cuerpo de la santa, y los infieles, para acabar con la cada vez más creciente costumbre, vendieron el cuerpo a unos mercaderes franceses que vieron ahí la oportunidad de hacer dinero. Lo compraron por veintinueve monedas, ya que si hubieran pagado treinta habrían llegado a la misma suma que en otro tiempo se pagó por Jesús, y pensaron que una santa no valía tanto como Nuestro Señor. Los mercaderes embarcaron el cuerpo en una nave que se dirigía a Marsella y se hicieron a la mar. Cuando el barco llegó a aguas de Barcelona se desencadenó un furioso temporal que puso a la nave en peligro. El patrón ordenó atracar en la playa de Sant Bertran, justo donde arrancaba el camino que conducía a la ermita de Sant Fruitós, en la montaña de Montjuïc, y allí depositaron el cuerpo de santa Madrona en espera de que amainara la tormenta. Los elementos se calmaron pronto, y la tripulación decidió proseguir viaje con el cuerpo a bordo. Pero el fenómeno se repitió una y otra vez, las aguas se encrespaban para calmarse de inmediato en cuanto lo desembarcaban.Finalmente, comprendieron que el deseo de la santa era el de permanecer en su ciudad natal, y en la ermita Sant Fruitós depositaron su cuerpo. Según la tradición, las golondrinas acompañaron el cuerpo de la santa desde que lo embarcaron en Salónica hasta su llegada a Barcelona. Al divisar la ciudad gritaron para avisarle del lugar donde se encontraba, y desde entonces, cada año, el 15 de marzo, llegan las primeras golondrinas, más chillonas que nunca, en recuerdo de su gesta, puesto que la leyenda afirma que son descendientes de aquellas que viajaron con la santa y cada año, fieles a una tradición familiar, la visitan y se quedan unos días en Barcelona para hacerle compañía.

La literatura antigua relata que el diablo, furioso por la gran devoción que la ciudad de Barcelona manifestaba hacia su copatrona, decidió un día minar Montjuïc, destruir la ermita y hacer caer las ruinas sobre la ciudad. Para ello, convocó a toda una legión de demonios esparcidos por todo el mundo y les ordenó que abrieran una larga mina para hacer volar la montaña. Pero santa Madrona salió de la ermita, hizo la señal de la cruz y todos los diablos salieron corriendo abandonando sus siniestros propósitos. En la montaña quedó un agujero, conocido como «cau del diable», que se atribuyó durante mucho tiempo a restos de la mina abierta.

Otra leyenda cuenta que, cuando se levantaba el campanario en el pueblo de Seva, al pie de la cordillera del Montseny, no lo podían terminar debido a que faltaba una piedra. Conocedora del problema, santa Madrona decidió llevarles una piedra que pesaba cuatro toneladas, pero al pasar por Aiguafreda de Dalt supo que el campanario ya había sido concluido, y entonces dejó caer la piedra en el mismo punto donde se encontraba en aquel momento.Todos los del lugar la conocen como la Pedra de Santa Madrona, y en su recuerdo se alzó allí una ermita.

Santa Madrona es la abogada de las comadronas y parturientas, así como de las muchachas de servicio. Generaciones atrás, los abuelos probaban las butifarras del cerdo sacrificado en diciembre: «La butifarra més bona, encetada per Santa Madrona». La santa también había sido invocada contra las sequías. Cuando hacía mucho tiempo que no llovía se organizaba una procesión que, presidida por los Capítulos del municipio y la catedral, partía de la basílica, salía de la ciudad por el Portal de Sant Antoni y ascendía hasta la ermita. El cuerpo de la santa era llevado bajo palio por los consejeros y, lo mismo a la entrada que a la salida de la ciudad, se disparaba el mismo número de cañonazos que por Corpus cuando salía el Santísimo. La procesión regresaba a la catedral, donde se oficiaba una solemne función de rogativas, y una vez finalizada se conducía de nuevo el cuerpo de la santa hasta la ermita. El dietario del antiguo Consell ofrecía copiosas referencias de estas comitivas y precisaba que en diversas ocasiones había llovido durante la procesión. Una vez, al llegar el cortejo al Pedró llovió tanto que resultaba imposible proseguir la marcha, y ello dio origen a fuertes discrepancias entre las autoridades eclesiásticas y las civiles. La clerecía propugnaba el fin de la procesión, teniendo en cuenta que ya se habían colmado los objetivos propuestos.En cambio, las autoridades seglares opinaban que era necesario seguir en acción de gracias. La disputa fue larga, hasta que amainó el aguacero y todos tomaron el camino de la ermita.

Cuando la orden de los capuchinos se estableció en Barcelona, antes de construir el convento de la Rambla se alojaron en la ermita de Sant Fuitós, que pasó a su jurisdicción. Al construirse el convento, el cuerpo de santa Madrona fue trasladado allí desde Montjuïc, y al convento acudían los barceloneses para manifestarle su devoción. Era muy corriente invocarla en toda clase de situaciones difíciles, lo mismo de salud como de bienes, de modo que se extendió la costumbre de peregrinar el 15 de marzo si la santa les ayudaba.Las mujeres salían a la calle portando un amplio sombrero negro con una concha cosida en lo alto de la parte delantera del ala.Vestían ropas largas y en la espalda una esclavina, sobre la que colocaban unas cuantas conchas más. El cuerpo lo ceñían con un largo cordón, y llevaban en la mano un cayado con una calabaza atada al extremo superior. La promesa consistía en realizar ese día siete viajes desde la iglesia de los capuchinos hasta la ermita de Sant Fruitós. Una devoción que acabó por convertirse en una ostentación. Para vestir de diferente manera que el resto del año o exhibirse en público, particularmente las mozas, hacían promesas por los motivos más fútiles o banales. Pedían también a la santa que las ayudara a encontrar marido, y la animaban a intervenir mediante esta fórmula: «Santa Madrona, feu-me ésser dona» (»Santa Madrona, hazme sentirme mujer»).

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