Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es callarse (Abraham Lincoln)
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El eco de Cicerón
MANUEL MILIAN MESTRE

El pasado día 3 paseaba, de atardecida, por los Foros Imperiales de Roma, donde se levanta una reconstrucción fidedigna in situ del Senado. Me acerqué hasta el umbral y, no sin cierta emoción, recité el inicio de las «catilinarias» de Cicerón: «Qousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?». Sentí un trémolo en mi alma, al recobrar la voz de la Historia, la sangre de nuestra cultura en aquel lugar. En paráfrasis:«¿Hasta cuándo, políticos, abusaréis de nuestra paciencia?» Ése es el problema que la ciudadanía contempla azorada ante el divorcio entre las inquietudes del pueblo y el discurso de los políticos. El eco de Cicerón estaría, pues, justificado en esta hora de todos los absurdos, el primero de los cuales sería la naturaleza anómala de un tripartito que dudo represente al común de la sociedad catalana. Los «frentes populares» son siempre evanescentes por su ineficacia o por su irreductibilidad. Tras un trienio de parón en el gobierno catalán, metidos en la convulsión estatutaria -que pudiera acabar siendo un marco de la irrealidad-, ha llegado el momento de ser gobierno y de gobernar. El quieto silencio de estos meses iniciales podría tal vez anunciar la reflexión que precede al bien hacer las cosas.Una simple hipótesis.

La cuestión radica, sin embargo, en cómo lo sensibiliza la ciudadanía.Las palabras vuelan en el descrédito de las promesas incumplidas.Los hechos sólo bastan cuando son consecuencia de la coherencia.A la postre, según como se piense, lo que otorga crédito a la palabra es la coherencia de su cumplimiento. El resto es hojarasca, decepción y abstencionismo electoral, como se ha demostrado en los referéndums estatutarios de Cataluña (2006) y Andalucía (2007).Un estrépito de desinterés ciudadano, y no porque no le atañen sus consecuencias, sino por el descrédito de la clase política y porque no repara ya en sus palabras. El silencio, a veces, puede ser más productivo que la logomaquia, y en ello le va al gobierno de Montilla una excelente oportunidad. El desorden lenguaraz de la política madrileña es casi un exabrupto de la democracia decadente, como sucedía en Atenas con los demagogos, sin la credibilidad de Pericles, o como definía Protágoras al hombre como «medida de todas las cosas», sembrando el relativismo por doquier, del cual surgieron los cínicos.

Hoy más que nunca los hechos no pueden quedarse sin la debida transparencia, ni las palabras sin su confirmación, ni los compromisos sin cumplimiento. Los silencios sólo bastan cuando son premisa de las grandes decisiones, de otro modo convierten su entorno en cementerio. Por eso es éticamente inaceptable el silencio de unos gobernantes que desatienden los problemas o su responsabilidad de hacer el bien, no de jugar al mal menor, y menos aún procurar el mal. En la política madrileña se está abusando del mal con el peor de los cinismos y en un exhibicionismo de la demagogia sin precedentes desde 1930-1936. Ni los que causan el desafuero -Zapatero-, ni los que radicalizan la respuesta están en su sitio, en ese tempus histórico que todo político debe de respetar. Bien me gustaría estar hablando de la teoría del «mal menor» según Ignatieff. Pero ni los hechos, ni las circunstancias son las que exige el politólogo de Harvard: a) plena conciencia de que hay un mal involucrado, b) estado de necesidad demostrable, c) utilizar el mal sólo como último recurso y d) justificación pública, juicio y corrección.

¿Es lo que se da en Madrid entre gobierno y desafío de ETA? Tampoco Catalunya se ha librado de la tentación cínica. ¿O no existe un doble lenguaje en actitudes de CiU o del PSC? ¿No es un alarde de relativismo utilitarista el discurso de ERC? ¿Alguien ha aclarado qué pasa en RENFE y los probables sabotajes? ¿A quién aprovecha el malestar social? Hay mentiras, falacias y silencios que matan.¿Hasta cuando abusarán, Cicerón, de nuestra paciencia estos gobernantes?

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