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Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es callarse (Abraham Lincoln) |
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EL RUEDO IBÉRICO |
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El número mágico |
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CARLOS TORO
Un resultado inédito en un partido insólito dejó las cosas como estaban. Va el Madrid al Camp Nou, le mete tres al Barça y no cambia nada. El Barça recibe en el Camp Nou al Madrid, le mete tres goles y no cambia nada. Tres goles como tres soles, como tres moles. Ambos los anotan y ambos los reciben. Nadie avanza o retrocede. O, mejor dicho, los dos avanzan y retroceden al tiempo. Todo esto es una retorcida forma de decir que hubo empate y que, por lo tanto, ni el Barça está más cerca del título ni el Madrid más lejos. O al revés. Frenético, febril partido de esos que gustan a todo el mundo menos a los entrenadores. Y a los defensas, que salen del campo maldiciendo entre dientes y abrigando pensamientos pesimistas acerca de palabras como titularidad o renovación.
El tres fue el número mágico. Se jugaban tres puntos, los dos equipos marcaron tres tantos, Messi anotó los tres de su equipo y, mientras tanto, Míchel, que iba a sustituir a Capello a tres meses del fin de la Liga, veía como a su equipo, el Castilla, le endosaban tres goles. El elemento compositivo «tri» está muy ligado a la descripción y narración futbolísticas con palabras como tríada, tridente, triangular, tripleta, triplete, trío (arbitral)... El Barcelona tiene en tres extranjeros a sus grandes figuras: Ronaldinho, Eto'o y Messi. Un tríptico de ases, un triunvirato. El primero, desesperantemente individualista y obtuso, sigue metido en un bache de juego y anda en triciclo. El segundo, tras su lesión, se ha reencontrado con la velocidad, busca recobrar la precisión y navega en trimarán. El tercero, tras superar sus achaques, ha recuperado todas sus virtudes y vuela en trimotor.
Decíamos que ni el Barça ni el Madrid habían perdido o ganado nada. No es del todo cierto. El Barça gana tiempo y el Madrid, después de tres años de sequía, pierde una oportunidad de terminar con ella. Quizás su gran oportunidad de aferrarse a la Liga por medio de un triple golpe (de suerte, de mano, de efecto) que nos hiciera exclamar: «¡Al tercer mes resucitó!». Las tres estocadas no lo mataron, ni el fútbol, tras la Copa y la Champions, le ha llegado a negar tres veces. Se encomienda a dos de las tres virtudes teologales: la fe y la esperanza. Rechaza la caridad.
Empate a tres. Conclusión: ni los azulgranas fueron las tres gracias, ni los blancos tres tristes tigres.
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